Mi Vecino, El Mujeriego – 1-10

Capítulo 1: Mi Nuevo Hogar

Madrid, mi nuevo hogar… Observo el departamento, o mejor dicho el “piso” tal como lo llaman por estos rumbos y debo admitir que esta igual a las fotografías que vi por internet, afortunadamente no me defraudo. Definitivamente, es un riesgo alquilar algo sin venir a verlo primero, pero digamos que la mudanza fue algo apresurada y no podía desaprovechar la oportunidad de trabajo que me salió aquí, ¿o sí? Además, ¿Qué significa una mudanza más para mí?

Apenas tengo vagos recuerdos de la ciudad donde nací, mi Buenos Aires querido tal y como dice el tango…mi país natal hace tiempo dejo de ser mi hogar, exactamente hace dieciséis años… 

«Como pasa el tiempo…» Dejo mis maletas a un costado y cierro la puerta detrás de mí, ciudad nueva, vida nueva. Es momento de dejar el pasado en su lugar y comenzar una nueva aventura. 

Recorro el departamento observando cada uno de sus detalles y me enamoro más del lugar, paredes blancas, pisos imitación madera, y lo mejor de todo, es que esta amueblado a excepción del colchón, que se supone que llega hoy. Este lugar definitivamente es muy “yo” … pocos muebles, pero muy útiles y esenciales, solo le hace falta algún que otro detalle de decoración y estará perfecto.

Camino hacia la que es mi habitación, y al ver la puerta corrediza de vidrio justo enfrente de la cama me sonrió de inmediato, tengo la sensación de que este lugar se transformara en uno de mis favoritos… Sin dudarlo, abro la puerta y al salir me encuentro con una vista increíble de la ciudad de Madrid. «Ufff… sí que es hermosa.» Pienso mientras me apoyo contra la baranda de color blanca con paneles de vidrio.

Podría pasarme aquí todo el día leyendo un libro o simplemente trabajando con mi laptop completamente relajada. Admiro el paisaje y permito que la leve brisa que corre pegue en mi rostro, es tan relajante…

—¡Pero espera! — escucho una voz femenina y al voltear hacia donde proviene el ruido, veo a una mujer saliendo casi a fuerza sostenida por quien parece ser su novio.

Ambos se ríen de su escena romántica y bastante inapropiada ya que ella apenas lleva una camiseta de él puesta y él, bueno, él está en bóxer. Sus risas desaparecen al darse cuenta de que yo estoy aquí y la rubia de ojos creo que grises, intenta cubrirse un poco más, cosa que es imposible. Mi mirada se cruza con la de él y no puedo apartarla por más que quiera. Ojos negros azabache que acompañan su cabello y barba del mismo color, tez blanca, una altura digna de ser modelo, y un cuerpo con varias horas de gimnasio encima.

«Sí que es guapo…» me grita mi subconsciente. 

—Perdónanos. — dice él y su voz es igual de hipnotizante que su mirada. —no sabía que tenía una nueva vecina. — se excusa y suelta a su chica para acercarse a la tímida media pared de vidrio que divide nuestros balcones, y cabe mencionar que de no ser por esa pequeña pared estarían unidos.

—Me mude hoy. — me explico y aparto mi mirada de él.

—En ese caso, un gusto, soy Bruno. — dice con una media sonrisa.

—Rocío. — respondo sonriente.

—Ya que Bruno no me presenta…— comenta la rubia —Soy Samantha.— termina de decir y me mira como diciéndome “no te le acerques.”

—No eres de aquí, ¿no? — me pregunta y no sé si se dio cuenta que está en bóxer.

—¿Te lo cuento otro día? — propongo y lo miro como diciéndole “mira como estas vestido o, mejor dicho, no vestido.”

—Vale, seguramente nos veremos seguido; después de todo somos vecinos. — me dice con ese típico acento madrileño y no sé porque siento que sus palabras me quieren decir otra cosa.

—Está bien, nos vemos. — me limito a decir y doy media vuelta para entrar a mi departamento.

Cierro la puerta corrediza y me quedo parada apoyando mi espalda contra la pared mientras rio como una tonta recordando la escena que acaba de suceder allí fuera.

«Siempre podrías golpear su puerta para pedirle un poco de azúcar, ¿no?» pienso, pero de inmediato sacudo mis pensamientos —tiene novia. — me digo firme y decido dejar todo esto atrás para ir a acomodar mis cosas. 

Capítulo 2: Bruno

Todo lo que traje en mis maletas ya está afuera y acomodado en su lugar, miro a mi alrededor y a pesar de que el departamento está amueblado, no evitara que deba ir a comprar los utensilios necesarios para poder cocinar. Supongo que dejare eso para mañana, hoy ya estoy cansada y no tengo ganas de absolutamente nada, el cambio de horario evidentemente está afectándome. 

Me acuesto en el sofá con mi celular en mano y busco por internet algún lugar donde pueda ordenar algo de comer, presumo que una pizza estará bien por hoy. Llamo y una vez que termino de ordenar mi cena, voy a mi cuarto para ponerme ropa más cómoda.

Pantalón de pijama de seda corto color negro y encaje blanco y su camiseta de tirantes haciendo juego. «Ahora sí…» pienso y vuelvo al sofá, me relajo e intento adaptarme a la que por ahora será mi cama, ya que me toca esperar que traigan el nuevo colchón. Mientras espero la comida, me distraigo con mi celular y aprovecho el tiempo para enviarles un WhatsApp a mis padres, aunque supongo que lo verán más tarde ya que deben estar muy ocupados en sus reuniones… Aún es temprano en Nueva York. No sé cuánto tiempo llevo así hasta que tocan el timbre y al abrir me encuentro con el chico de la pizza que ha venido a salvar mi vida.

—¡Gracias! — digo con una enorme sonrisa ignorando su inquietante mirada sobre mí.

—Un placer. — responde y me doy cuenta de que no se refiere precisamente al haberme entregado la pizza.

Cierro la puerta y a pesar del episodio de esta mañana, creo que cenare en mi lugar favorito de este lugar… Llevo el improvisado plato de plástico que pedí que trajeran con la pizza, mi botella de agua, las servilletas, y por supuesto la caja de pizza al balcón. Me siento en la silla que hay allí junto a la pequeña mesa y a falta de que funcione el servicio de cable, esto es lo mejor para hacer mi solitaria cena un poco más agradable. Ver la gente caminar y las estrellas en el oscuro cielo de Madrid es algo con lo que podría cenar todas las noches sin dudarlo.

Voy por mi segunda porción de pizza cuando una voz masculina me interrumpe —Hola vecina. — dice y al voltear, me encuentro con esa mirada tan profunda que tiene él chico de al lado.

Él está tomando una cerveza, y al parecer tiene el mismo gusto que yo por este balcón. —Hola vecino. — replico y sonríe.

—¿De dónde eres? — pregunta y toma un sorbo de cerveza.

—Nací en Argentina, pero mis hogares fueron algo cambiante. — explico.

—¿Y cuáles fueron esos hogares? — pregunta con mucha curiosidad.

—Nueva York, Roma, y ahora Madrid. — le respondo y le doy un mordisco a mi porción de pizza.

—Una chica nómada. — bromea.

—Algo así… Mi trabajo me hace viajar un poco. — me defiendo.

—¿Y qué haces? —

—Marketing internacional, ¿y tú? — pregunto mirándolo.

—Arquitecto con aspiraciones de músico. — responde sonriente.

Sonrió ante sus palabras —¿Y cómo funciona eso? — pregunto con mucha curiosidad.

—Toco en bares los fines de semana. Si quieres venir estas más que invitada.—

—No veo porque no, después de todo no conozco a nadie. — confieso.

—Ya me conoces a mí, cuenta conmigo para lo que necesites. Ya sabes… azúcar, harina, etcétera. — dice entre risas que me contagian.

—¿Cocinas también? — indago algo sorprendida.

—Mmmm… digamos que no sobrevivo a base de pizzas. — me dice mirando la caja de pizza y no puedo más que reírme de su comentario.

—¡Es que no tengo nada! — me defiendo. —me toco sobrevivir como podía, al menos por hoy…—

—Es entendible, pero de verdad. Si necesitas algo déjame saber; quien te dice y llegamos a ser buenos amigos. — propone.

—Claro, si tu novia no se enfada, por supuesto. — respondo algo preocupada.

—¿Samantha?—

—Sí, la rubia. — Afirmo.

—¡No! Ella no es mi novia… en realidad yo no tengo novias. — se explica y creo entender por dónde va el asunto…

—Ah ya. — me limito a responderle y tomo otro sorbo de agua.

—¿Quieres una? — pregunta levantando la botella de cerveza.

—Claro, gracias. —

Sin decirme nada, él entra a su piso y a los pocos minutos regresa con otra botella. Me pongo de pie para acercarme a la pequeña pared que nos divide y por primera vez nuestras manos se rozan. —No me lo tomes a mal, pero si te presentara a mi amigo Santiago serias de su total agrado. A él le gustan como tu; ojos claros, cabello oscuro, altas, y con tu tipo de figura.— afirma sin dejar de mirarme de esa manera tan hipnotizante.

—Eh… si tú lo dices. — respondo nerviosa y vuelvo a sentarme con la botella de cerveza en la mano.

«Sus palabras son realmente confusas, aunque supongo que lo que me quiso decir es “tú no eres mi tipo.”»

Estamos en absoluto silencio hasta que se escucha un ruido y él sonríe. —Te dejo Rocío, llego por quien esperaba. — indica y sin más nada entra a su piso y supongo que quien llego es su siguiente “victima”.

«Definitivamente el vecino es todo un galán.» pienso y quizás lo mejor es que yo no sea su tipo… 

Capítulo 3: Amabilidad

Al día siguiente:

Despierto algo dormida aun y no es para menos, anoche des el gran “defecto” de este departamento. Se escucha lo que hace el vecino que está a la derecha, en pocas palabras escuche a su “amiguita” pidiéndole varias cosas y no era precisamente comida…

Voy rápidamente hacia la ducha e intento despertarme con el agua que cae sobre mi espalda. Agradezco que hoy no tenga que ir a trabajar hoy, por menos podre ir a buscar las cosas que hacen falta para poder vivir de una manera digna, y en esa lista debería incluir tapones para los oídos.

Envuelvo mi cuerpo en una toalla, mi cabello en otra, y salgo del baño para irme a cambiar. Estoy a punto de quitarme la toalla de mi cuerpo cuando escucho el ruido del timbre «¿Quién es a esta hora?» Me pregunto y voy hacia la puerta. Al abrir, me encuentro al increíblemente considerado vecino con una enorme sonrisa en su rostro.

—Buenos días. — me saluda con su acento madrileño.

—Hola…— respondo con dudas.

—Me imagino que no tienes nada para desayunar. Si quieres eh… vístete y ven a mi piso. — propone sonriente.

—Desayuna con tu amiga mejor. — sentencio intentando sonar relajada.

—Ella se fue hace rato, te espero. — indica y se va.

Cierro la puerta cuando él desaparece, y me quedo parada allí sin entender absolutamente nada. Quiero suponer que intenta ser amable, pero tendré que tener mucho cuidado con él. No hay que ser un genio para darse cuenta de que es el típico soltero mujeriego y yo definitivamente no seré una más en su lista de colección.

[…]

Una vez que ya estoy vestida y peinada, salgo de mi departamento y golpeo la puerta del suyo y él no tarda nada en abrirme.

—Bienvenida. — dice con entusiasmo y hace que pase para luego cerrar la puerta. Su departamento luce fantásticamente ordenado y muy bien decorado.

—Me encanta tu departamento… digo… piso. — me corrijo sin apartar mi mirada de todos los detalles que hacen de este lugar una especie de museo de obras de artes.

—Gracias. Digamos que estoy obsesionado con los cuadros de arte moderno y esculturas. — bromea.

—Me di cuenta…—

—¿Café? ¿Zumo de naranja? ¿Té? — me ofrece mientras va hacia la cocina.

—Café está bien. —

—¿Tocas el piano? — pregunto al ver un teclado en un rincón.

—Sí, pero no entra en este piso así que… debo conformarme con el teclado. — explica entre risas.

—Arte, arquitectura, y música… vaya combinación. — comento.

—¿Y tú? ¿Qué otra cosa te gusta además del marketing? — indaga mientras lleva las dos tazas de café a la mesa.

—Los caballos, el mar.… viajar… bailar…— contesto sin un orden especifico.

—Interesante… Lo del mar y los caballos está un poco más complicado, pero si quieres un día de estos te llevo a una discoteca muy buena que hay aquí cerca. — propone.

—Podría ser. — me limito a responder y me siento en una de las sillas que hay alrededor de la mesa mientras observo los pancakes que preparo. —¿Cómo es que llaman a esto aquí?— le pregunto señalando los pancakes.

—Tortitas. — responde entre risas.

—Me tocara aprender un nuevo español. — bromeo.

—Yo puedo enseñarte sin problemas, me caes muy bien. — propone mientras les echa el sirope a las tortitas.

—Y tú a mí, aunque no me has dejado dormir mucho. No sé si lo sabes, pero desde mi piso se escucha casi todo lo que sucede en el tuyo. — me atrevo a confesarle.

—Se lo advertí a Mónica, pero no me hizo caso. Te prometo que no vuelve a suceder. — dice como si nada.

—Samantha… Mónica… o sea… perdón que te lo diga, pero eres todo un peligro con las mujeres. — le digo con toda honestidad.

—La vida es una sola. —

—Y veo que tú la vives como si fuera tu último día…—

—Me enamore una sola vez y no vuelvo a hacerlo, esa es mi razón. — se explica y me quedo totalmente sorprendida.

—Discúlpame, no debí juzgarte… –

—No te preocupes, estoy acostumbrado. Sabes creo que tú y yo nos vamos a hacer muy buenos amigos, eres igual de honesta que yo. — expone mirándome fijamente.

—Supongo que podemos intentar ser amigos. — rebato.

—¿Qué harás hoy? — cuestiona mientras seguimos desayunando.

—Ir de compras para que mi departamento sea un poco más habitable. — bromeo.

—¿Tienes auto? —

—No…—

—Si quieres te llevo donde necesites, hoy no trabajo. — propone.

«Supongo que no tiene nada de malo aceptar su oferta, ¿o sí?»

—Como dicen usted por aquí… vale. — acepto entre risas.

—Vale, terminemos de desayunar y te llevo. — propone y creo que es un buen hombre… Un poco excesivo con su ritmo de vida con las mujeres, pero conmigo está siendo muy amable.

«Quizás tenga razón y podemos ser muy buenos amigos…»

Capítulo 4: El Presente

Un mes después

Mi nueva vida en Madrid está marchando de maravilla, al igual que mi amistad con mi peculiar vecino. Después de aquel día de compras con Bruno, nuestra amistad fue creciendo poco a poco. Tanto así, que llegamos al punto que después del trabajo nos juntamos a tomar algo y a conversar de todo un poco, excepto esos días que tiene visitas de su extenso cátalo de amiguitas.

Es prácticamente imposible recordar el nombre de todas, no sé cómo lo hace, pero nunca pasa la noche con la misma mujer. Tengo la teoría de que las saca del bar donde toca los fines de semana, al que iré a verlo por primera vez esta noche. En este tiempo aprendí a no juzgarlo más y solo disfrutar de lo buen amigo que es, porque eso si no lo puedo negar, siempre está ahí para lo que necesito, incluso para arreglar alguna que otra cosa del departamento.

Me miro al espejo una última vez, y creo que estoy bien para salir esta noche, pantalón color negro pegado al cuerpo, camiseta de tirantes del mismo color con un escote bastante pronunciado, zapatos de tacón, y chaqueta de imitación cuero haciendo juego. Termino de pintar mis labios con el labial color caramelo y escucho el ruido del timbre.

—¡Ya voy! —exclamo sabiendo que es él.

Camino rápidamente hacia la puerta y al abrir me lo encuentro con un look muy diferente al que me tiene acostumbrada. Jeans oscuros, camiseta pegada al cuerpo color negra, y una chaqueta de imitación cuero negra muy parecida a la mía.

—Pero mira tú… parecemos una pareja y todo. — dice entre risas al ver que estamos vestidos de manera similar.

—No lo sueñes tío. — digo imitando su acento —esta “porteña” no entrara en tu catálogo de amiguitas. — bromeo y busco mi bolso para luego salir del departamento.

—No te preocupes, no busco que entres en mi catalogó… pero, déjame decirte que te has vestido para secuestrar los ojos de muchos de los presentes en el bar. — comenta mientras caminamos hacia el elevador.

«De acuerdo, lo admito, su forma de hablar me encanta…» pienso internamente e intento no sonreír como una tonta.

—¿Quién dice y no es mi noche de suerte? — comento presumida.

—Suerte ¿para qué? No me digas que sueñas con encontrar un abogado que llegue a las cinco a casa y te diga buenas tardes mi amor, ¿Cómo están los niños? — me pregunta de manera sarcástica cuando ya el elevador está llegando.

Río ante su pregunta. —no, tampoco así… pero, eso no quiere decir busco un hombre como tú que no se acuerde de mi nombre al día siguiente.— replico y me mira como queriéndome matar.

Subimos al elevador, él presiona la letra “L” y las puertas automáticamente se cierran dejándonos solos en este espacio reducido —tengo mis motivos para no querer acordarme el nombre de ninguna. — sentencia.

—¿Algún día me contaras? — le pregunto con mucha curiosidad ya que en todo este mes hemos hablado de todo, excepto de porque él es así. 

El elevador rápidamente llega al lobby y rápidamente salimos del edificio. Caminamos hacia su auto en absoluto silencio y una vez que llegamos, subo mientras él sube del lado del conductor y cuando finalmente estamos los dos adentro, me mira con muchas dudas. —Si te lo digo, ¿prometes no preguntar nada más? — advierte y sonrió.

—Lo prometo. — digo levantando mi mano y él suspira como dándose por vencido.

—Hace dos años me dejaron plantado en el altar. A partir de ahí dije que nunca más me enamoraría de nadie. — explica y pone el auto en marcha dejándome sin palabras.

—Ufff… eso explica muchas cosas…— comento y él pone música como para dejarme saber que no quiere hablar más del tema.

—No me vayas a tener lastima por lo que te acabo de contar. — me pide después de unos cuantos minutos de silencio.

Lo miro seria y finjo una tímida sonrisa. —no te preocupes, tenerle lastima a un depredador como tú sería peligroso. — bromeo intentando cambiar el ánimo.

—Tranquila, nunca más me enamoro de mi vecina. — dice dejándome con la boca abierta.

—¡¿Qué?!— exclamo sin poder ocultar mi asombro —¿La que te planto en el altar era tu vecina? —

«No lo puedo creer…»

—Primero mi amiga, luego mi vecina, después mi novia, después mi prometida… y después la mujer que más daño me hizo. Dicho esto, ya sabes todo, no más preguntas. — dice serio y creo que ahora siento un poco todo el dolor que él ha sentido.

Capítulo 5: Nuevos Horizontes

Lo observo sentado con su guitarra en la banqueta que hay sobre el escenario y no puedo dejar de pensar en lo que me dijo en el camino. Creía que era un hombre sin corazón y que por eso era así con las mujeres, pero no… todo lo contrario, es más sensible de lo que creía y es uno más de esos que son víctimas de alguien que lo deja con un corazón roto.

Pido un trago al bar tender quien me mira más de la cuenta y me siento en la banqueta para escucharlo cantar. Observo la cantidad de mujeres que hay cerca del escenario y no puedo parar de reírme al darme cuenta de lo embobadas que están con él, solo les falta lanzarle ropa interior y ya… No hay duda; su catálogo de mujeres se alimenta de este bar y de sus “fans”.

—Buenas noches a todos. — dice con ese acento al que aún me estoy acostumbrando e intentando imitar por momentos. —Esta noche es especial porque finalmente una gran amiga ha podido venir a verme. En este corto tiempo de conocernos, se convirtió en una de esas personas en las que puedes confiar y que siempre están ahí cuando las necesitas. Rocío, esta noche voy a cantar una canción de unos de tus paisanos y que mejor que dedicártela a ti, ¿no? — dice sorprendiéndome por completo y a pesar de la distancia hace contacto visual conmigo.

«No lo puedo creer…» Comienza a tocar la guitarra y creo que lo contagie algo de mis gustos musicales… reconozco la canción enseguida; “Tu dolor” de Luciano Pereyra.

No hace falta más que escucharlo cantar las primeras estrofas para saber que es realmente bueno… «¿Ha esto llama aspirante a músico? Yo creo que debería grabar un disco ya mismo.» Si lo había escuchado tararear canciones, pero esto es diferente…

Termina la canción y los aplausos invaden el bar incluyendo los míos, estoy totalmente sorprendida. Sigue tocando canciones de otros cantantes como Alejandro Sanz, Pablo López, Pablo Alborán, Manuel Carrasco… y es realmente talentoso…

—Hola. ¿Así que tú eres la famosa Rocío? — pregunta una voz masculina y al darme vuelta, me encuentro con un hombre casi rubio y de ojos verdes, quien debo admitir es muy, pero muy guapo…

—Hola, ¿Nos conocemos? — pregunto mirándolo un poco confundida.

—Él es Santiago. — interrumpe y volteo para encontrarme con Bruno quien está caminando hacia mí.

—Ah…un gusto. — le respondo a Santiago y me pongo de pie para saludarlo. Miro a Bruno y le sonrió —¡Gracias por la dedicatoria! — agradezco con entusiasmo y sin poder evitarlo lo abrazo fuertemente.

—Solo dije la verdad, eres una amiga increíble. — me dice y la mirada de Santiago sigue sobre mi sin tregua.

—No te habías equivocado eh. — dice mirando a Bruno y no sé de qué habla.

—¿Perdón? —

—Que le gustas. — explica Bruno sin anestesia y yo lo miro con mis ojos abiertos de par en par.

—Tío, no le digas las cosas así que se va a asustar. — le pide entre risas.

—¿Sabes que Ro?— me dice llevando su brazo por encima de mis hombros.

—Que no me llamo Ro.— le repito.

—Bueno, Rocío. — se corrige. —sé que te dije que este tío seguramente se fijaría en ti y que quizás harían buena pareja, pero olvídalo… es peor que yo y tú no estás para soportar a tíos como nosotros. — me advierte.

—Macho, no me ayudes tanto eh. — le dice de manera sarcástica y yo solo los miro.

—Yo mejor me pido otro trago mientras que ustedes dos discuten como dos chicas. — bromeo y me doy vuelta para reencontrarme con el bar tender que prácticamente se está muriendo de risa por el espectáculo que están dando estos dos.

—Y yo que te iba a invitar al cine… pero veo que con estos dos detrás de ti será imposible. — bromea el bar tender.

—¿Estos dos? No… él es mi vecino y amigo, y el otro ni idea, lo acabo de conocer. —le aclaro.

—Aha… vecino… esta hasta las trancas por ti, pero vale si quieres te invito al cine de todas formas. — me dice sorprendiéndome y a pesar de las palabras que utiliza, entendí a la perfección todo lo que me quiso decir.

«Realmente no tiene idea de lo que está hablando.»

—¿Y tú te llamas? — pregunto ignorando su comentario.

—Miguel. — Dice y estira su brazo para que le de la mano.

—Un gusto. —

—Rocío.— interrumpe, y si… todos saben mi nombre ya. —¿Entonces, cuando vamos al cine? — cuestiona dándome el trago.

—Eh… no sé…—

—Si me das tu número, arreglamos. — propone sonriente y me pasa una servilleta con una lapicera.

Dudo un poco, pero le escribo mi número, le doy una tímida sonrisa y me volteo para regresar con Bruno y Santiago.

—Veo que no pierdes tiempo. — bromea Bruno.

—Lo estoy aprendiendo de ti. — me defiendo entre risas y seguimos conversando de su presentación a pesar de que no le agrado mi comentario.

Capítulo 6: Propuestas

—¿Así que saldrás con el bar tender? — me pregunta Bruno en medio del silencio que deja una breve pausa musical en el auto.

Volteo a verlo y sonrió levemente —¿Hay algo de malo con eso? — le pregunto con mucha curiosidad. —Supongo que no… no veo porque no salir al cine con él, después de todo no conozco a mucha gente aquí todavía. — continuo.

No entiendo mucho su reacción… ¿Y si Miguel tiene razón? ¿Y si Bruno siente algo por mí? «No, es imposible, él me dijo que no volvería a enamorarse y yo no me quiero hacer falsas esperanzas… tampoco lo soportaría.»

«¡Espera! ¡¿ilusiones?! No… no te enamores…» me reclamo.

—No, no tiene nada de malo, es solo que creí que una mujer como tú tenía otras aspiraciones en cuanto a su vida amorosa. — expresa y no entiendo bien de qué habla.

—No entiendo…— digo mirándolo fijamente.

—Creí que no te iban las relaciones casuales. — sentencia y lo miro totalmente sorprendida.

—¿Crees que me voy a acostar con él en la primera cita?— pregunto intentando no reírme.

Él se sonríe ampliamente y me mira por un instante para luego volver su vista nuevamente a la carretera —¿Crees que solo te llevara al cine? Estás equivocada. — rebate.

—¿Acaso lo conoces? — 

«Realmente estoy sorprendida por su advertencia.»

—Conozco su reputación. — confiesa sin mirarme.

—¿Y es igual o peor que la tuya? — me atrevo a preguntarle un poco más seria esta vez.

«Veamos que tienes que decir de eso…»

—Bastante parecida, solo que él no te cuidara. — me advierte y no puedo dejar de mirarlo intentando entender que sucede aquí.

—¿Acaso todos los hombres de Madrid son así? — cuestiono sarcásticamente y no puedo evitar reírme de a donde me llevo mi imaginación.

—Si quieres una relación seria, ese bar no es el lugar para encontrarla. — advierte. 

—¿Y si no quiero algo serio? ¿Y si yo tampoco quiero que me vuelvan a romper el corazón? ¿Y si yo te digo que solo tengo un contrato de un año para trabajar en Madrid y luego regresare a New York? — indago sin tregua entre pregunta y pregunta.

Bruno no nada, solo estaciona el auto frente a nuestro edificio y baja del auto para luego dar la vuelta, abre la puerta de mi lado y extiende su mano para ayudarme a bajar. Inmediatamente cierra la puerta y luego apoya su mano sobre el auto acorralándome entre su cuerpo y el vehículo. 

«¿Qué está haciendo?»

—Si no quieres nada serio… si no tu corazón no se romperá llevando una relación así… y si solo te quedaras en Madrid un año, te propongo que sea yo con quien tengas algo en vez del imbécil de Miguel. — me dice sin preámbulos y siento que mi corazón palpita a mil por hora…

—¿Qué? — pregunto con un hilo de voz.

—Seamos amigos que la pasan muy bien…— propone acercándose más a mí.

—¿Solo sexo? — pregunto casi sin poder respirar.

—Exactamente. De todas maneras, te vas en un año, ¿no? —

—11 meses exactamente. — aclaro.

—No hay riesgos aquí. — añade y con sus dedos acomoda mi cabello.

—¿De qué hablas? — cuestiono confundida.

«Respira Rocío…»

—Tú no te enamoraras y yo tampoco…— explica. 

—¿Y tú catálogo de mujeres? — averiguo. 

—Lo dejo en pausa por este paréntesis contigo. — responde sin duda alguna. 

—Por once meses…— repito. 

—Exacto, ¿Qué dices? — pregunta sin dejar de mirarme.

—Once meses de sexo solo cuando ambos queramos… Sin reclamos, sin celos, sin nada que se parezca a una relación de pareja. — respondo y le ofrezco mi mano para estrecharla con la suya.

—Sin reclamos, sin celos, sin que se parezca a una relación. — afirma y me da la mano con una media y sonrisa dibujada en su rostro. —¿tu piso o el mío esta noche? — pregunta sonriente.

«¿De verdad estoy haciendo esto? ¿Me volví loca o qué?»

—Mejor el mío…— pronuncio e intento darme la vuelta para cruzar la calle e ir al edificio, pero él me detiene sujetándome por la cintura. 

—Déjame probar que tan bien besas. — me dice firme y cuando menos me doy cuenta, tengo sus labios sobre los míos besándome eufóricamente.

«Que bien que besa por favor…»

Sus labios queman sobre los míos haciendo que no pueda resistirme a la tentación de que nuestras lenguas se encuentren y jueguen entre sí… Me tiene atrapada entre sus brazos y de repente, una de sus manos va subiendo por mi espalda por debajo de mi camiseta.

—Vamos arriba. — propone agitado. 

—Vamos…— respondo como puedo.

«No puedo creerlo… estoy cayendo en las garras de mi vecino, el mujeriego… pero, que bien se siente esto por favor…»

Capítulo 7: Lo Que Necesitamos

Vamos caminando torpemente por el pasillo sin dejar de besarnos y una vez que llegamos a la puerta de mi departamento, apenas consigo ingresar la llave en la cerradura, sin soltarme de su boca abro para que entremos y que luego sea el quien cierre la puerta con la ayuda de su pie. Sus manos no me dan tregua, me toca y van quitando mi chaqueta… mi camiseta… y mientras tanto, las mías se las ingenian para quitar su chaqueta y camiseta…

«Ese torso… esos abdominales… que tentación…»

—No me equivoque… tienes un cuerpo de ensueño. — me dice entre besos mientras que seguimos caminando hacia mi habitación y en el camino, sus hábiles manos van desabrochando mi sujetador. 

Voy hacia la cintura de su pantalón y como puedo voy desabrochando su cinturón. —No dejes de besarme. — le pido y como si esto fuera un reto, me besa con más ganas.

Sus dedos van hacia el botón de mi pantalón y lo desabotona para luego abrir el cierre e ir bajando mi pantalón. Se arrodilla frente a mí y lentamente baja mi pantalón sin apartar su mirada de la mía. Quita mis zapatos, mi pantalón, y solo queda mi diminuta braga como la llaman aquí… Sus manos suben lentamente de mis tobillos a mis muslos hasta finalmente llegar a mi braga. —eres un paisaje divino… voy a disfrutar tanto estos meses contigo…— me dice de manera sensual y termina de desnudarme.

—No me hables así, solo has lo que hemos acordado. — le pido y lo tomo de las manos para que se ponga de pie y ahora soy yo quien sin tregua baja su pantalón para luego agacharme y quitar sus zapatos, sus medias, y terminar de quitarle el pantalón y finalmente su bóxer dejando toda su excitación al descubierto…

—¿Y qué piensas? — me pregunta con una pícara sonrisa y sé muy bien a lo que se refiere.

«Que estas muy bien dotado…» Si tan solo supiera lo que pienso…

Al darme cuenta de que la cama está a espaldas suyo, aprovecho y lo empujo para que caiga en ella. —actúa y luego hablamos. — le digo haciendo que ambos riamos.

Lentamente me coloco sobre él sin apoyar el peso de mi cuerpo sobre el suyo y regreso mi boca a la suya. Nos besamos sin pausas, nuestras manos acarician el cuerpo del otros sin pudor y debo de admitir que me encanta… sí que sabe lo que tiene que hacer para volver completamente loca a una mujer.

—Ven aquí…— me pide tomándome de la parte superior de mis piernas y haciendo que me acomode mejor sobre él para luego hacer que giremos sobre el colchón. —prepárate porque tengo la impresión de que tú y yo tengo la pasaremos increíble. — advierte y de una vez entra en mí.

—Fuck…— grito sin poder evitarlo y es así como su sensual tortura comienza en mi cuerpo. No puedo evitar moverme con la necesidad de sentirlo más, es increíblemente bueno en esto y ahora entiendo absolutamente todo.

—No te detengas…— le pido y es la llave para que haga todo con más dedicación. 

Cada movimiento suyo es estratégico, sabe que hacer, como hacerlo y cuando hacerlo… tengo la loca teoría que conoce mi cuerpo a la perfección o al menos es tanta su experiencia que coloca besos en los lugares precisos acaricia en el momento justo y se mueve en un ritmo perfecto que me enloquece y es así que nuestros cuerpos comienzan a temblar… siento que caigo en un abismo.

—Rocío.— dice entrecortado cuando su cuerpo se rinde al placer.

—Bruno.— consigo decir y solo puedo mirarlo a los ojos. Lentamente él sale de mí y se acuesta a mi lado intentando recuperar el aire que a ambos nos falta.

—Creí que no te atreverías a algo así. — confiesa mirándome de reojo.

—¿Por qué? — cuestiono agitada.

—Te veía tan seria… tan no sé… pensé que eras la mujer tipo que busca un noviazgo serio. — se explica.

—Te equivocas, así como tú no crees en el amor… yo tampoco. — confieso y me mira extrañado.

—¿También te han dejado plantada en el altar? — bromea.

—No necesariamente, pero mi novio de muchos años y con él que pretendía pasar el resto de mi vida, falleció en un accidente de tránsito. Un imbécil cruzo un semáforo en rojo y embistió su auto matándolo en el instante. — explico intentando no ponerme mal al recordar lo de Sebastián.

Bruno me mira sorprendido y se acomoda de costado para sostener su cabeza con su mano en el aire apoyando el codo sobre el colchón. —lo siento muchísimo… y yo que creía que lo mío era una putada…— dice serio.

—Ya ves que no.… después de lo de Sebastián no me volví a enamorar y no pienso hacerlo. No puedo soportar perder a nadie más y mi trabajo siempre me hace perder a la persona con quien estoy. No suelo mantener relaciones serias, por eso no me asustaba cuando me dijiste lo de Miguel o lo de Santiago…— me explico.

—¿Por eso has aceptado esto? — cuestiona extrañado.

—Contigo no hay riesgos. — confieso.

—Solo uno. — me advierte con una media sonrisa.

—¿Cuál? — pregunto con mucha curiosidad.

—Que eres muy buena en la cama y creo que vamos a repetir esto muchas veces. — me dice pícaramente y cuando menos me doy cuenta, está encima de mi nuevamente besándome como un loco. 

—Tú también eres muy bueno… en cuanto a lo que pienso…— digo y hace una pausa —puedes presumir de lo que quieras que tienes con qué. — confieso divertida y sonríe sobre mis labios. 

—Disfrútame entonces… no soy tuyo, pero… has firmado un contrato de exclusividad por once meses. — explica.

—¿Ah sí? ¿Cuándo lo hice? — pregunto entre besos. 

—Cuando me besaste tan jodidamente bien…— sentencia y me calla con un beso de esos que parecen no tener fin. 

Capítulo 8: Reglas

—Es hora de que te vayas a tu piso…— le digo una vez que noto que se está quedando dormido. 

Él abre un poco sus ojos y me mira sin entender. —¿Qué? — me pregunta confundido.

—“Follar” como le dicen ustedes acá, está bien, pero dormir juntos no lo creo…— respondo y aunque no lo sepa, lo hago por nuestro propio bien.

—¿De verdad? — cuestiona y me mira de manera extraña.

—Si, dale vete…— insisto y lo empujo para que se levante de la cama.

Finalmente él ríe y se levanta de la cama.

—¿Así será esto? — pregunta mientras se coloca el bóxer.

—Fuiste tú quien lo propuso, solo sexo, y dormir juntos no es necesariamente parte de eso… vamos anda…— insisto mientras me acomodo en mi cama para dormir cómodamente y me cubro con la sabana.

—Vaya… sí que te tomas las cosas de manera literal. — bromea.

—Y no sabes cuánto, hasta mañana Bru…— intento decir, pero, me toma por sorpresa cuando antes de irse se acerca a mí y muerde mi cuello. —¡Hey!— me quejo y solo ríe mientras va saliendo de mi habitación. 

No sé si hago bien en involucrarme con él de esta manera. Es mi vecino… nos habíamos convertido en buenos amigos… pero también tengo que admitir que está demasiado bueno como para dejarlo pasar. «Olvídate Rocío, no pienses tanto y disfruta.» pienso y me termino de acomodar para dormir, aunque sea unas pocas horas ya que son más de las cuatro de la mañana. Afortunadamente, mañana es domingo y no tengo trabajar.

[…]

12:45PM, eso es lo que marca el reloj, con muy pocas ganas, me levanto de la cama y comienzo el día, o, mejor dicho, lo que queda de él. Me ducho, me cambio, y voy a la cocina para cocinarme algo.

 Estoy muy entretenida en mi tarea cuando tocan el timbre. Al ir a la puerta y abrir, me lo encuentro a él mirándome fijamente de pies a cabeza. —hola, ¿puedo entrar o esto tampoco está en el trato? — cuestiona con una media sonrisa.

Sonrió tímidamente y le abro un poco más la puerta —supongo que podemos seguir con todo esto…— digo mientras entra a mi departamento. 

—No quiero perder a mí a amiga. — comenta dejando la botella de vino sobre la mesa como todos los domingos que almorzamos juntos.

—Ni yo, solo que no sé cómo llevar esto ahora… Lo que quiero decir, es que, si tuve relaciones así antes, pero no eran mis amigos, ¿me explico? — pregunto enredándome en mis propias palabras. 

—Claro que sí, te entiendo, a mí me sucede igual. Yo no paso más de una noche con una mujer… No sé, debemos poner las cosas en claro para no confundirnos. — propone y se acerca para ayudarme a terminar de cocinar.

—De acuerdo, como te dije anoche, se me ocurre que no durmamos juntos. — explico.

—Está bien…— me dice y se acerca a mi lentamente. —solo dime algo…— dice acorralándome entre la encimera y su cuerpo.

—¿Qué? — cuestiono colando mis brazos por encima de sus hombros.

Sus ojos negros me miran fijamente—¿La pasaste bien anoche?— pregunta con una sexy media sonrisa.

Clavo mi mirada en la suya y sonrió —despreocúpate, no seré yo quien opaque tu ego masculino… eres muy bueno…— admito y ríe.

—Tu… es que ni te digo… sabes perfectamente que hacer para volver loco a un hombre… la vamos a pasar demasiado bien. Tengo unas cuantas ideas para nosotros. — sentencia.

«Ufff… su manera de hablarme por favor…»

—No hagamos tantos planes, es mejor que improvisemos. — propongo.

—Suena bien… ¿podemos improvisar ahora? — pregunta entre risas.

—Mira que yo no voy a satisfacer tus necesidades al igual que todas las mujeres que pusieron un pie tu piso eh…— le advierto —no me vas a poder tener todos los días y todas las noches, tengo una vida. — bromeo.

—Yo también tengo una vida… pero insisto, creo que tú y yo la vamos a pasar increíble…—

—Pienso lo mismo, pero tomemos las cosas con calma. — le pido, pero eso será prácticamente imposible porque sus labios están en mi cuello enloqueciéndome y sus manos ya se disponen a quitar mi ropa.

—Bruno… el almuerzo…— consigo decir entre risas cuando me levanta en el aire para sentarme sobre la encimera.

—Apaga el fuego…el de la estufa…— aclara haciéndome reír.

—¿Así será siempre? — pregunto entre risas.

—Te voy a volver loca… la vas a pasar tan, pero, tan bien…— dice entre besos que encuentran una tregua.

—Vuélveme loca entonces. — le pido aceptando su propuesta y es que por alguna razón se me hace imposible no aceptarla.  

Capítulo 9: Aclaraciones

—¿Por qué aceptaste esto conmigo? — me pregunta agitado sin soltar mi cintura luego de una buena dosis de sexo en la cocina, lo cual admito estuvo increíble…

Intento recuperar el aire y lo miro extrañada. —¿Por qué estas increíblemente bueno y dejarte pasar sería un pecado? — respondo con una pregunta y río —no sé… creo que eres el tipo de hombre del cual yo no podría enamorarme nunca y tú simplemente no te enamorarás… es perfecto… conveniente si quieres llamarlo así.— explico.

—¿Así que estoy bueno? — me pregunta imitando mis palabras y ríe.

—Increíblemente bueno. — corrijo con una amplia sonrisa y llevo mi dedo índice por todo su torso.

—Pues, tú también estas muy buena…— me dice con una media sonrisa de esas sexys que da él y lleva su dedo índice de mi cuello a mi abdomen pasando por el valle de mis pechos.

—¿Ves? es perfecto…— comento. 

—Demasiado…— añade.

—Almorcemos mejor, antes de que la comida quede inservible. — propongo.

—Vale…— accede y rio porque esa palabra me sigue pareciendo como si llamara a alguien y no como si dijese “está bien.

Me visto rápidamente al igual que lo hace él, después termino de preparar la comida y la sirvo.

—¿Quieres? — pregunta mostrándome la botella de vino.

—¡Mi favorito! — digo emocionada al ver la etiqueta que dice “Moscato D’Asti”

—Lo sé…para mi gusto es muy dulce, pero a ti te gusta y eso está bien. — comenta y me sirve una copa para luego dármela.

—Que considerado…— bromeo y me siento en la silla que está enfrente de la que está él.

—Para que veas… No como tú que no me habías contado lo de tu novio. — se queja un poco serio y encojo mis hombros.

—Lo siento, es algo de lo que no me gusta hablar, por eso no te lo había dicho. — explico.

—A mí tampoco me gusta hablar de cómo mi ex me dejo plantado en el altar, pero te lo conté. — se defiende. 

—Somos dos corazones rotos…— murmuro. 

—Eso parece…—

—¿Tu tenías premeditado pedirme lo que me pediste anoche? — cuestiono sin rodeos y el ríe.

—Sabía que me lo preguntarías… — responde y ríe — no, la verdad que no… en realidad creí que eras una monja o algo así… en un mes no te vi traer ni a un hombre a este lugar, pero me sacaste de dudas anoche en el bar. — confiesa.

«¿Creyó que era una monja? Que equivocado que esta…»

—Y yo que creía que era la única que prejuzgaba aquí llamándote mujeriego…— me quejo.

—Es que siempre tan seria… tan buena chica… Además, tenía miedo de cagarla si te pedía algo así. — añade.

—¿O sea que si te gustaba como mujer? — pregunto firme.

—Desde que te vi en ese balcón el primer día me imaginé estar contigo como lo estuvimos anoche y hace un momento. — admite y no sé cómo estoy haciendo para no sonreír como una tonta.

«Esto es nuevo…» 

—Mira tú… disimulas bien porque ni cuenta me había dado. — comento y él sonríe.

—Tú también, pensé que no te atraía ni siquiera un poquito…— me dice con un tono lleno de picardía.

—Encontraste la horma de tu zapato, una mujer que puede disimular igual que tú y que no tiene un corazón para amar…— digo haciéndome la interesante. 

—Y que es extremadamente buena en la cama. — añade haciendo que ambos riamos.

—No quería sonar egocéntrica. — bromeo.

—Presume de ello, es algo bueno. — me alienta.

—Claro, iré por la calle diciéndolo. — bromeo y él me mira serio.

—Aclaremos algo…— me dice seriamente. 

—¿Qué?— pregunto y no sé si preocuparme o que… 

—Yo no estaré con otras mujeres, pero tú tampoco estarás con otros hombres. — explica y no entiendo muy bien esto.

—Creí que era una relación abierta. — comento, aunque sé que anoche me dijo algo similar.

—Lo es, pero tampoco creas que me gusta compartir…— sentencia.

Lo miro un poco extrañada —¿crees que las mujeres con las que estuviste no estaban o están con otros hombres? — pregunto confundida.

—Es diferentes, ellas eran rollos de una noche. — se explica.

—¿Y yo que soy? —

«Realmente no entiendo muy bien su actitud…»

—Mi rollo de un año. — dice con una tímida sonrisa.

—Once meses. — corrijo.

—Vale, once meses. —

—Creo que él más perjudicado eres tú, pero bueno… acepto el trato. — digo estirando mi brazo para estrechar nuestras manos, pero él niega.

Se pone de pie, camina hacia mí y cuando está a mi lado, me toma de los brazos para hacerme girar en la silla y que así quedemos frente a frente —trato. — dice sonriente y se inclina hacia mí para besarme.

Correspondo a su beso hasta que me veo obligada a ponerme de pie para poder seguir besándonos más intensamente. —ahora te mostrare lo que puede hacer esta monja…— le advierto entre beso y beso mientras vamos caminando por el piso y reímos.

—A ver…— Dice expectante y al llegar al salón, caemos sobre el sofá.

Capítulo 10: ¿Romper las Reglas?

Tres días después

Hoy fue día súper largo de trabajo, al parecer todos en la oficina se pusieron de acuerdo para traerme todos los problemas que surgieron en la última campaña de marketing el mismo día, solo quiero llegar a casa y acostarme en el sofá a ver películas.

De camino a casa pasé por un restaurante y pedí algo de comida para llevar, ya que ni siquiera quiero cocinar. Al llegar, dejo la bolsa encima de la mesa y me voy al cuarto para cambiarme y colocarme algo mucho más cómodo. La imagen de ejecutiva ya quedo a un lado y la que aparece ahora es la chica de “entre casa” que solo quiere estar con un pantalón corto y con una camiseta suelta. Regreso a la cocina y desempaco la comida para servirla en un plato. Busco la botella de vino abierta en la nevera y me sirvo una copa.

Ceno tranquilamente y después de lavar el plato, me llevo la copa de vino y me acuesto en el sofá. Comienzo a hacer zapping hasta que finalmente encuentro una película que llama mi atención “Nuestros Amantes” es el título. La trama está bastante buena y estoy muy concentrada en la película, cuando de repente veo a Bruno salir de mi habitación.

—¡¿Qué hacías ahí?!— pregunto asustada mientras me siento en el sofá y llevo una mano a la altura de mi corazón en el pecho sintiendo como late a mil por hora e intento tranquilizarme.

—Salte la media pared de nuestros balcones y dejaste la puerta corrediza abierta. — se explica mientras camina hacia mí.

—¿No era más fácil tocar el timbre en vez de matarme de un infarto? — le reclamo entre risas.

—Hay alguien esperándome en la puerta y no le quiero abrir. — se explica y me imagino muy bien de quien se trata.

—¿Una de tus conquistas? — pregunto levantando mi cabeza para mirarlo fijamente ya que está parado enfrente mío.

—Algo así… — dice y me mira detenidamente —te queda muy bien ese pantalón corto. — comenta con un tono de voz que me deja muy claro lo que vino a buscar.

Sin hacer caso a su comentario, paseo mi mirada por su cuerpo y admiro la manera que ese jogging se ajusta a su cintura y deja ver sus atributos… eso sin mencionar que la camiseta que trae puesta resalta cada uno de sus músculos.

—Y a ti te queda muy bien ese pantalón. — le digo con una amplia sonrisa y sin decirnos nada más, él se inclina hacia mi apoyándose con sus manos sobre el respaldar del sofá.

—Llegue del gimnasio hace un rato. — explica de manera sensual y sonrió.

—Debes de estar cansado…— comento haciéndome la inocente, cosa que no funciona mucho.

—No tanto como para no querer ejercitarme contigo. — replica pícaramente y en cuestión de un segundo su boca me besa haciéndome olvidar de todo.

La manera que su lengua me invade hace que me arrodille en el sofá para estar más cómoda, llevo mis brazos sobre sus hombros y él me toma entre sus brazos para que sentarse en el sofá y luego hacer que yo me siente a horcajadas sobre él. —me puedes todo el tiempo. — me dice entre besos mientras que va desnudándome.

—Y tú me podes a mi… ¿en qué me estas convirtiendo? — le pregunto mientras quito su camiseta.

—En mi amante…— responde agitado.

—Tenemos tanta piel…— comento de manera errática a causa de la falta de aire que me provoca sus besos y sus caricias.

—Muchísima. — sentencia mientras bajo su pantalón y bóxer a la vez.

Con su mirada me dice claramente lo que espera de mí y entendiéndolo todo, soy yo quien se hunde en él. Me muevo con la ayuda de sus manos en mi cintura y cada movimiento es más perfecto que el anterior, somos fuego, placer, todo meno amor, por supuesto… es tanto lo que nos pasa cuando estamos así, que la situación se sale de control hasta que su cuerpo y el mío forman esa exquisita revolución que tanto nos gusta y nos deja sin aire. 

—¿Te das cuenta? — Me pregunta entrecortado sin salir de mí.

—¿Qué cosa? — pregunto agitada.

—La química que tenemos… Rocío… me descontrolas…— me dice sin dejar de mirarme.

—Y tú a mí… — rebato y lo vuelvo a besar — esto se está saliendo de control en todos los sentidos posibles…—

Sus ojos se clavan en los míos y sus manos mueven mi cabello —no te atrevas a decirme que quieres que dejemos esto a un lado…— me pide suplicante.

—Es que ese es el problema…— Confieso.

—¿Cuál? — pregunta con una media y tortuosa sensual sonrisa.

—Que no quiero… que me gusta estar así contigo… me hice adicta a tu cuerpo en cuestión de días…— le digo con toda honestidad.

Me mira y sonríe triunfal —Vecinita… yo también me hice adicto a tu cuerpo… eres tan increíble…— me comenta y finalmente sale de mi para luego darme un beso que quita todo mi aire. —déjame quedar aquí esta noche. — me pide.

—Pero…— intento decir.

—No va a pasar nada… somos solo un hombre y una mujer que la pasan increíble teniendo sexo, aquí no hay sentimientos. — me aclara.

—¿Y las reglas? —

—Rompamos alguna que otra… veras que te gustara tenerme en tu cama a la noche. — dice de manera picara y me doy por vencida.

—Está bien. —

«Por una noche que se quede… no pasara nada malo, ¿no?»

 

Deja un comentario

Blog at WordPress.com.

es_ESEspañol
A %d blogueros les gusta esto: