1.Despechados
Otro día más de esos donde no quiero levantarme de la cama. La alarma sigue sonando y yo lo único que quiero es lanzar mi móvil por el aire y que se estrelle contra una pared para que deje de sonar ese ruido molesto, pero no puedo; si rompo mi móvil estaré incomunicado y Amanda me matara. Asique, ya que la primera opción no es viable, estiro mi brazo sin quitar la almohada que esta encima de mi rostro y silencio el molesto ruido.
Detrás de la ventana de mi habitación el mundo sigue girando, marcha el mes de junio y se supone que debería de estar feliz, en tres meses mis primeros dos cuadros ya estarán disponibles para que el publico pueda verlos y en cinco lanzare la obra completa, pero no, no estoy feliz.
¿Cómo voy a estarlo cuando hace una semana encontré a mi novia con otro en la cama? Es el simple hecho de recordarlo y sentir la misma rabia que sentí en ese instante en el que abrí la puerta, de la habitación del piso que compartíamos juntos y la vi desnuda moviéndose encima de ese imbécil que ni conozco y gimiendo de placer.
Quito la almohada de encima de mi rostro y observo a lo lejos aquella pequeña cajita de felpa color roja apoyada sobre mi escritorio. Allí dentro estaban mis ilusiones; está el anillo con el cual le pediría que se convirtiera en mi esposa y la madre de mis hijos, pero todos esos planes se han ido a la basura, al igual que mi ánimo. Solo queda seguir respirando y vivir con un corazón roto.
Me giro sobre la cama y me quedo boca abajo con mis brazos estirados debajo de la almohada. No pienso levantarme de aquí en todo el día y mucho menos le hare caso a esa alarma la cual todas las mañanas me avisa que es hora de mi rutina de ejercicio. Cierro mis ojos y me dejo llevar por mi mente a un mundo donde no existe nada más que mi resentimiento hacia Cintia. Soy un hombre despechado, es así de sencillo.
Estoy en mi mundo, hasta que de repente escucho la puerta de mi habitación abrirse y a los pocos segundos el peso de un cuerpo sobre mi espalda me hace quejar. —¡Franchesco!— Exclama esa voz que tan bien conozco, aunque hoy se escucha un poco diferente, «¿ha estado llorando?»
—Jordana…— Digo sin ánimo y ella se deja caer a mi lado haciendo que mi espalda se sienta aliviada.
Sin que me quede otra opción, me giro hacia el lado donde esta ella y abro mis ojos lentamente para adaptarme a la luz. Al mirarla me encuentro con su cabello castaño atado en una coleta, y sus ojos color miel enrojecidos. Hago un paneo general de ella y el verla con un pantalón corto de jean y camiseta holgada color blanco llama mi atención, este no es el tipo de ropa que usa mi mejor amiga.
En realidad, Jor era la mejor amiga de mi hermana Tamara y es prácticamente una más de la familia Balestrini. Pasaba en casa muchísimo tiempo y lo sigue haciendo. Puedo decir que la conozco desde que tengo 18 años. Han sido tantos los momentos que hemos vivido juntos , que poco a poco nos hemos convertido en amigos inseparables; cosa que ha llevado a que ahora sea yo quien sea su mejor amigo y que Tamara me recrimine el haberle robado a su mejor amiga; aunque sé que es broma. Jordana y Tammy siguen siendo muy buenas amigas, pero la mayoría del tiempo la pasa conmigo.
—Me engaño.— Sentencia y se abraza a mí.
Su pelo me hace cosquillas y debo acomodarlo —¿Qué?— Pregunto bastante confundido y aun dormido.
—Mauricio, es un imbécil…— Explica entre sollozos.
—Explícate.— Le pido y es que en verdad todavía estoy un poco confundido.
—Fui a buscarlo esta mañana y lo vi saliendo de su piso en bóxer con una mujer. Me escondí para ver que sucedía y vi como se besaban, pasaron la noche juntos.— Resume angustiada.
—Bienvenida al club de los engañados.— Comento sabiendo perfectamente cómo se siente.
—Tengo rabia… lo odio…— Se queja mientras su llanto aumenta.
—Eso se llama despecho Dana.— Le aclaro.
—Sí, estoy despechada.— Afirma —¡Tres malditos años le di!— Exclama.
—¿Y yo? Yo le di cuatro años a ella.— Añado.
—Somos dos despechados…— Comenta acomodando su rostro para verme.
—¿Habrá un grupo de apoyo para despechados?— Inquiero intentando hacer una mala broma en este momento.
—No lo creo.— Dice triste.
—Debería… así como para los que sufren algún vicio que es difícil salir… para nosotros será difícil superar esto.— Explico sin animo.
— Fran yo no quiero estar así… Hagamos nuestro propio D.A..— Me dice y no entiendo nada.
—¿Qué?—
—Despechados anónimos.— Me dice entre lágrimas.
—¿Y engañados?— Añado.
—También… puede ser de despechados y engañados… ayúdame Franchesco, se mi padrino de despecho, no dejes que me deprima por ese imbécil… no dejes que mi corazón me haga sufrir por encapricharse con él. Yo no soy así.— Me pide y por primera vez una tímida sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Solo si tú eres mi madrina de despecho. Yo tampoco quiero sufrir por ella, pero ya ves que soy idiota para cuestiones del amor.— Propongo y ella extiende su mano con la clara intensión de estrechar la mía.
—Trato hecho, nos apoyaremos el uno al otro para no caer en depresión, ni en sus falsas disculpas, ni palabras bonitas que nos enreden.— Expresa firme.
—Suena como un plan madrina.— Digo y es increíble que en medio de este caos seamos capaces de apoyarnos el uno al otro.
—Padrino…— Señala mirándome —El primer consejo que le doy como madrina es que se ponga de pie y salga de este cuarto. Como integrante del grupo de despechados anónimos le pido a mi padrino que me apoye y me haga pasar un día increíble en la playa olvidándome de toda la mierda que tengo en la cabeza.— Sentencia mirándome como un cachorrito herido y no puedo más que asentir.
Si hay una habilidad que tiene Jordana es de poder convencer a quien quiera de lo que quiera.
—De acuerdo… vamos…— Afirmo y me levanto de la cama para alistarme sin poder creer que finalmente si me levantare de esta cama.
—Te espero.— Dice sin levantarse de la cama.
Sacudiendo mi cabeza a causa del poder de convencimiento de mi mejor amiga, entro al baño para comenzar un día diferente a pesar de que había dicho que no lo haría.
[…]
Caminamos por nuestra playa favorita, una de esas que poca gente conoce hasta que encontramos un sitio cerca del mar que nos agrada a ambos y dejamos nuestras cosas sobre la arena. Lo que más nos gusta de aquí, es que nunca hay nadie; es nuestra playa como le decimos nosotros. Este paisaje ha sido testigo de muchísimas conversaciones entre los dos y se ha enterado de alguno que otro secreto nuestro.
Estiro la toalla de playa sobre la arena y me acuesto en ella boca arriba para dejar que los rayos del sol peguen en mi cuerpo y me relajen. Ella hace lo mismo y se acuesta al lado. Tenemos nuestros Ray Bans puestos para proteger nuestros ojos del sol y cualquiera diría que somos hermanos o algo así; tenemos los mismos lentes de sol y es que los hemos comprado juntos.
—Franchesco…— Dice interrumpiendo el sonido de las olas del mar.
—Dime.—
—¿Cómo hago para que mi corazón no me gane?— Me pregunta y puedo escuchar el tono triste de su voz.
Pienso un instante y no sé ni que responderle, estoy peor que ella —No lo sé Dana… ¿has escuchado esa canción que dice “the heart wants what it wants” ? — Le pregunto.
—Claro… There’s a million reasons why I should give you up, but the heart wants what it wants the heart wants what it wants.— Canta sin amino.
(Hay un millón de razones por las que debería dejarlo, pero el corazón quiere lo que quiere El corazón quiere lo que quiere)
—Bueno, así funciona esto del desamor.— Le digo ya que en esto me estoy convirtiendo en todo un experto. «Tres desengaños en 28 años, eso debe de ser todo un record.»
De reojo la observo girarse sobre la toalla hasta quedar boca abajo. Se quita los lentes de sol y estira el brazo para levantar los míos —Lo siento, sé que tú la estas pasando igual o peor que yo.— Dice avergonzada.
—No te preocupes, lo tuyo ocurrió anoche, lo mío hace una semana.— Respondo intentando restarle importancia, pero es imposible.
—¿Y qué vas a hacer con el anillo?— Me pregunta casi en un susurro.
Cabe destacar que ella fue la primera en enterarse de mi decisión de pedirle casamiento a Cintia —Tirarlo, donarlo… no sé…— Le respondo sin ánimo.
—¿Por qué no lo regresas a la joyería?—
—No… no quiero regresar ahí. Siento muchísimo el haberte hecho perder medio día para que me ayudaras a escoger el anillo.— Comento sentándome ya que hace demasiado calor.
Una franca sonrisa se dibuja en su rostro —Fran, ¿Cómo me vas a pedir disculpas por eso? Yo lo hice con la mejor voluntad.— Expresa haciendo que me sienta un poco mejor.
El ruido de su móvil interrumpe nuestra conversación y cuando ella mira la pantalla su rostro cambia completamente —¿Es él?—
—Sí, no sé cómo le da la cara de llamarme.— Dice enfadada y sin decir una sola palabra más responde. —¡Vete a la mierda Mauricio, no quiero saber nada más de ti! ¿Comprendes?— Le grita con todo ese enfado que llevaba dentro y sin más preámbulos termina la llamada.
—No lo dejaste ni hablar.— Comento sorprendido.
—Cuando su primera palabra es “lo siento”, ya sabes que es lo que viene después.— Explica tratando de controlar el enojo que siente.
Asiento y extiendo mi mano para que me dé el móvil —Esta será mi primera acción como padrino de despecho.— Le digo cuando me da el móvil y bajo su atenta mirada bloqueo el numero de ese imbécil.
—Mi turno.— Habla abriendo la palma de su mano con la clara intención de que le dé el móvil.
Sin pensármelo mucho se lo doy y la observo mientras que ella bloquea el número de Cintia —Llego la hora de volver a empezar de cero.— Digo dejando el móvil en el bolsillo de la mochila que he traído.
—Contigo o sin ti.— Canta imitando la letra de esa canción que hemos escuchado en la radio haciéndome reír.
—Solo tú me puedes hacer reír en un momento así.— Comento sacudiendo mi cabeza de lado a lado.
—Se supone que el artista aquí eres tú, deberías estar creando tus cuadros en medio del dolor.— Me dice seria.
—Ya viste para lo que me ha servido ser Franchesco Balestrini…— Comento bastante frustrado.
—Imagínate, si a ti que eres famoso y guapo te engañan… ¿Qué queda para personas como yo que somos una simple personita mas en este mundo?— Me pregunta frustrada.
—El engaño y el desamor es para todos Jordana… no importa si eres artista o diseñadora de interiores como tú.—Le explico y ella asiente.
—Eso es cierto…—
—Bueno, basta de hablar de esta mierda, vamos al agua que hace calor.— Digo poniéndome de pie.
Ella imita mis pasos y se quita el pantalón corto que llevaba puesto para ir al mar junto a mí.
—Esta exquisita.— Comenta cuando sale del agua luego de sumergirse.
—Lo está.—
—Sin dudas el mar cambia nuestros ánimos.— Expone al notar que sonrió nuevamente.
Tiene razón, siempre que estamos mal venimos al mar y nunca ha fallado, es terapéutico —Uno de estos días deberíamos acampar aquí.— Comento de la nada y ella me mira entusiasmada.
—Que sea esta noche. No quiero regresar a casa y soportar los consejos de despecho de Nora.— Dice con desgano.
—¿Ya no la soportas? ¿no?— Le pregunto y ella niega.
—No, desde que esta con Erick nuestra amistad se fue a la basura.— Me explica.
—Deberías mudarte.— Le aconsejo.
—Sabes que aun no puedo pagar un piso sola. Aun sigo pagando las deudas de lo de mi padre.— Me dice con desgano. —Pero ese no es el tema, ¿nos quedamos aquí entonces?— Me pregunta.
Sé que no le gusta hablar de los varios problemas que tuvo que afrontar cuando su padre falleció, es algo que la pone muy triste ya que todas esas deudas fueron a causa de la enfermedad que él tenia y el mencionar a su desaparecida madre es un tema que solo lo hemos hablado una vez; ni siquiera la conoce…
—De acuerdo, luego vamos por la tienda de campaña y nos quedamos aquí como lo hacíamos hace años.— Digo con entusiasmo y decido zanjar el tema de lo de su padre.
—Perfecto.— Sentencia y se sumerge nuevamente en el agua.
2 . Padrinos
La espero en el auto mientras que ella compra la comida para nuestro campamento en la playa, y claramente yo no he entrado con ella para que no se forme un escándalo en el supermercado ya que últimamente mi “fama” se ha convertido en todo un problema, algo que no esperaba que ocurriera, mucho menos en el rubro del arte al que yo me dedico. Escucho la radio y parece estar en mi contra, suena Reik y su tema “Voy a olvidarte.”
“Eras mi vida, eras todo
No entiendo porqué tú me traicionaste
Voy a olvidarte, voy a borrarte
Así que vete y no regreses
Que esto ya no me interesa
Es muy tarde para oír que te arrepientes”
Parece que la canción es justa para mí… Por puro masoquismo, me la quedo escuchando unos minutos más hasta que la veo salir del supermercado con las bolsas. Abro el maletero del auto desde adentro y mientras ella guarda las cosas, cambio de estación solo para que no nos deprimamos más de la cuenta.
—Esto está un poco mejor.— Digo, aunque nadie me escuche al oír el ritmo de “Shape of you” de Ed Sheeran.
La puerta del pasajero se abre y al sentarse lo primero que hace es subir el volumen y comienza a cantar.
“I’m in love with the shape of you
We push and pull like a magnet do
Although my heart is falling too
I’m in love with your body
Last night you were in my room
And now my bed sheets smell like you
Every day discovering something brand new
I’m in love with your body”
—Cantas fatal, ¿lo sabes?— Le pregunto burlándome de ella.
—Lo sé perfectamente, pero amo la música aunque no tenga el talento que tú tienes para el arte…— Me replica mientras conduzco de regreso a la playa ya que tenemos todo lo que necesitamos para acampar.
—La música cura el alma, y en estos momentos nuestras almas están en coma profundo.— Añado.
—Así es, basta de llorar y sufrir.—
—Como dicen por ahí en televisión “Pare de sufrir”— Comento y ambos reímos.
—Exactamente y como dijo cierto pintor, el dolor la vida es muy breve para dejar te hunda— Accede y solo puedo sonreír.
Jordana tiene la virtud de que a pesar de haber tenido una vida bastante complicada a causa del abandono de su madre y de la prematura muerte de su padre, es una mujer llena de vitalidad y buen humor. Sé que usa sus bromas y risa como un escudo para no dejarse ver mal por nadie, pero conmigo no es así. Creo que conmigo es con la única persona que si siente ganas de llorar lo hace, así de grande es la confianza que ambos nos tenemos.
—¿Usaras todas las frases que he dicho en mi contra?— Le pregunto mirándola por un instante.
Encojé sus hombros —No fui yo quien dijo esas palabras.—
—Lo sé… pero es que en teoria todo parece mas fácil.— Me explico.
—Y lo es, pero ¿sabes qué?— Pregunta dejando la pregunta en el aire.
—¿Qué?—
—¿Tú crees que ellos estén llorando por nosotros? Porque yo no…— Me dice y su pensamiento tiene mucha lógica.
—No lo creo tampoco.—
—Hemos sido dos imbéciles por enamorarnos de ellos, pero ya esta… ya el error lo hemos cometido y le hemos dado nuestro tiempo a quienes no lo merecían. Solo queda olvidarlos y superar lo sucedido. Este grupo de despechados no tan anónimos esta para eso.— Comenta y a medida que me habla busco una canción en mi reproductor de música.
—Llevas razón, y sabes… tengo la canción ideal para eso.— Digo y sin decir nada mas dejo que suene la canción que tan bien conoce ella, ya que fue ella misma quien la añado a mi playlist.
Es el simple hecho de escuchar las primeras notas para que ella comience a desafinar nuevamente.
“Ya te olvidé, vuelvo a ser libre otra vez
Vuelvo a volar hacia mi vida que está lejos y prohibida para ti
Ya te olvidé, ya estás muy lejos de mi
Tu lo lograste con herirme, lastimarme y convertirme en no sé que”
—Después te quejas de que canto mal.— Expone mientras estaciono el auto al llegar a la playa nuevamente.
—Es que me haces reír, aunque solo sienta ganas de llorar.— Le confieso mientras bajamos del auto. —Yo tenía planeado quedarme hundido en la depresión en mi cama, pero tú has cambiado todo y eso que estas en las mismas que yo.— Comento mientras bajamos las cosas del maletero.
—Soy tu madrina de despecho.— Se explica. —Espero lo mismo de tu parte.— Me advierte.
—Espero poder hacerlo.— Le digo mientras cierro el maletero.
—Ya verás que sí, siempre me haces reír con tus ocurrencias.— Me confiesa cuando vamos caminando por la arena.
—Seré el mejor padrino que pueda.—
—Está noche me conformo con que puedas armar bien la tienda de campaña.— Explica entre risas.
—Eso ni lo dudes, soy todo un boy scout.— Bromeo y ahí esa su risa burlona.
—Aha… la última vez tuve que armarla yo.— Me recuerda.
—He tomado un curso por internet.— Me defiendo.
Ella prácticamente se muere de risa en mi cara —Lee el manual de instrucciones, es mas fácil.— Propone y tiene razón.
—De acuerdo… comencemos pues.— Digo dejando la bolsa de la tienda de campaña sobre la arena y como ha dicho ella, comienzo a leer el manual.
—Yo me encargo de la comida.— Propone y sin ningún tipo de objeción le dejo que lo haga ya que pretendo que cenemos algo decente y no lo que yo cocino.
[…]
Debo admitir que algo de razón tenía en cuanto a la tienda de campaña, me tuvo que ayudar. Ha sido bastante humillante que ella supiera más que yo, pero la realidad de todo es que a ella se le da más esto de los campamentos y la vida al aire libre.
—Esto ya está eh…— Dice refiriéndose a los sándwiches que ha preparado.
Rio ante su cara de “esto es lo que hay”.
—Se ve bastante bien .— Bromeo.
—Es un sándwich, Franchesco…— Me dice seria mientras lo señala como dándome una explicación científica de algo.
Me siento a su lado sobre la arena alrededor de la hoguera que creamos juntos —Se ve bastante gourmet por ser un sándwich; tampoco íbamos a pretende hacer un pescado como en la película de Tom Hanks.— Le digo y ella ríe a carcajadas.
—Ya te imaginé hablando con la pelota de voleibol.— Dice entre risas.
—Wilson, así se llamaba.— Comento sin poder parar de reír.
—Esa misma. No puedo parar de reír.— Dice apoyando su cabeza sobre mi hombro.
—No me imagino de náufrago; seguramente no duraría ni dos días.— Comento preocupado.
—Aunque te serviría de inspiración…— Expone y en eso lleva razón.
—Si, eso sí. Ay Dana… definitivamente ha sido una gran idea pasar la noche aquí.— Confieso y como un trozo del sándwich.
—Es que la playa es capaz de hacerte olvidar todo lo malo. — Explica y prueba su sándwich gourmet.
—Tú también, es que nos entendemos tanto…—Explico y ella sonríe.
—Demasiado diría yo. Tanto que me asusta conocerte como lo hago.— Bromea.
Unos cuantos minutos después de haber terminado de cenar por llamarlo de alguna manera nos quedamos allí sentados contemplando como la luna se refleja en el mar provocando un paisaje increíble para nuestros ojos.
—Hay tanta paz aquí…— Dice de manera reflexiva. —Viviría aquí si pudiese.— Comenta.
—Yo también…—
—¿Crees que nos amaban?— Pregunta de la nada con un tono melancólico.
Me quedo pensando un instante en su pregunta y supongo que si…
—Creo que sí. Lo que quiero decir es que para haber tenido una relación de tanto tiempo con nosotros en algún momento tuvo que existir algún tipo de sentimiento. — Expongo mientras sigo mirando la profundidad del mar.
—Puede ser.— Dice y suspira. —Pero es como dice esa canción de Antonio Orozco.— Comenta y me la quedo mirando.
—¿De cual hablas?— Le pregunto confundido.
Me mira fijamente —De la letra de su canción “Ya lo sabes” exactamente en la parte que dice “El principio siempre quiere ser el que diga cómo debe ser. Porque tiene tanta fe, ya ves el tiempo va al revés”— Dice y me sorprende.
—Nunca lo había pensado de esa manera.— Explico sorprendió. —¿Lo que tú me quieres decir es que el impulso del inicio de una relación hace que creamos estar enamorados o que estén enamorados de nosotros?— Pregunto intentando entender su lógica.
—Algo así. Estoy empezando a creer que el inicio de una relación te hace creer que será para siempre. Ya sabes ese sentimiento tan fuerte que se siente, pero después con el tiempo se va desvaneciendo y solo queda lo que sentimos en ese instante. No me mal intérpretes, hay parejas que viven enamoradas, pero no ha sido el caso de las nuestras, ¿si no porque nos han engañado? — Me pregunta —En cambio nosotros dos seguimos sintiendo lo que sentimos por ellos es ese principio que según dice Orozco es el que dice como deben ser la cosas.— Añade.
—Se supone que el filosófico aquí soy yo.— Bromeo.
Ella ríe y se deja caer de espaldas sobre la arena —El despecho me pone así, lo siento.— Se disculpa mirando las estrellas.
Sin dudarlo dejo caer mi espalda sobre la arena al igual que ella —Estás irreconocible, pero por un lado tu pensamiento tan retorcido lleva algo de razón. A veces nos aferramos a lo que sentimos en el principio de la relación para hacer que dure para siempre, pero no siempre es suficiente.—
“Pero, todo no fue suficiente,
Me mata perderte, quisiera arrancarme el dolor. Pero mi corazón arrogante , se niega a escucharte, no quiere aceptar tu adiós. Como fuego en la tormenta se apagó tu amor, yodo no fue suficiente, todo es nada hoy.”
Canta ese pedacito de la canción de Ha-Ash y no puedo parar de reír.
—¡Dana, basta! No podemos tener una canción para todo.— Digo entre risas.
—Es esto o emborracharme, tú eliges. — Sentencia entre risas.
—Canta mejor.— Respondo sin poder parar de reír —La ultima vez que te emborrachaste tuve que pelearme con dos tipos.— Le recuerdo.
—Mi súper héroe.— Comenta de manera sarcástica y se abraza a mi como hace siempre.
—Dana…— Digo dejando la frase en el aire.
—¿Qué?—
—Estaba pensando mientras armábamos la tienda de campaña que no me gusta que estés viviendo con la víbora de Nora, es insoportable. —
—Franchesco, ya te lo dije…— Se queja.
—Escúchame.— Le interrumpo —Como sabrás, yo regrese a casa de mis padres solo porque lo mío con Cintia termino, pero quiero volver al piso que tenia con ella, eso si quemando ese colchón.— Aclaro. —¿Por qué no te mudas allí conmigo?— Le propongo y ella me mira con sus ojos abiertos de par en par.
—¿Es en serio?— Pregunta confundida. —¿No será extraño?—
—Estoy hablando muy en serio, y no… no será extraño. Cada vez que estoy en Málaga nos la pasamos juntos de aquí para allá; no veo porque no podamos compartir piso como los grandes amigos que somos. Así tú te ahorras el tener que vivir con ella.—
—Y te rompo los tímpanos cantando.— Bromea.
—Uso tapones para los oídos.— Digo entre risas. —¿Qué dices? ¿Roommates?—
—¡Gracias Franchesco!— Responde con entusiasmo. —¡No sabes las ganas que tenia de irme de ese piso!— Exclama y noto la alegría en su voz.
—¿Es un sí?— Pregunto mirándola fijamente.
—¡Es un gran si!— Contesta
—Compañeros de piso entonces.— Sentencio sonriente.
—Yo cocino.— Advierte.
—Mejor.— Digo entre risas.
3. Negociaciones
Ya empieza a hacer un calor infernal dentro de la tienda de campaña y sin poder dormir más, abro mis ojos y me adapto a la luz que se trapaza a través de la tela. Quisiera levantarme, pero parezco ser su perfecta almohada ya que usa mi torso para apoyar su cabeza. —Dana.— Le susurro y ella comienza a moverse hasta que finalmente abre sus ojos y se encuentra con los míos.
—¿Ya es de día?— Pregunta confundida y no es para menos, nos hemos dormido casi cuando estaba por amanecer.
—Mmmm… si…— Digo y busco mi móvil. —Son las diez.— Le informo y ella abre sus ojos de par en par.
—¡¿De verdad?!— Pregunta asustada.
—Si… mira…— Le dejo saber y le muestro la pantalla del móvil.
—Uff… ya me estoy pareciendo a ti.— Bromea y se sienta. —Es que entre todas las reglas de convivencia y nuestras charlas de despecho, nos hemos ido a dormir súper tarde.— Comenta y al igual que ella me siento.
—Si… ¿trabajas hoy?— Le pregunto mientras acomodo mí desordenado cabello.
Rehace su coleta la cual estaba toda desordenada —No… hoy no tengo que terminar ningún proyecto.— Me explica.
—¿Entonces chapuzón y a desayunar?— Propongo y su sonrisa me deja saber que es un sí.
—¡El que llega último paga!— Exclama mientras abre la tienda de campaña y sale corriendo.
Rápidamente salgo y la alcanzo en la playa hasta que me empuja con su cuerpo para que me caiga y para evitar que ella siga su camino, sujeto su pierna y hago que caiga junto a mí.—¡Ya verás tramposa!— Le advierto mientras la tomo entre mis brazos y la levanto.
Voy hacia el mar y el que hayamos dormido en traje de baño hace que no tenga que quitarme la camiseta para entrar al agua.
—¡Franchesco!— Me grita cuando se da cuenta de que me sumerjo en el agua con ella.
Una vez que estamos debajo del agua la suelto y salimos a la superficie. No puedo parar de reír al ver su cara de enfado. —¡Te voy a matar!— Me grita y golpea mi pecho con sus débiles brazos.
—¡Tú comenzaste! ¡Eres una tramposa!— La regaño y apoyándome en sus hombros hago que vuelva a sumergirse.
Acomodo mi cabello mientras me rio de la cara de rabia con la que me mira —Pagaras tu de todos modos.— Me advierte soltando su cabello para volver a acomodarlo.
—Ya lo sabía.— Admito entre risas.
—Bueno, ya nos hemos refrescado… ahora vamos a desarmar todo eso e irnos a desayunar ¡muero de hambre!— Informa mientras emprende camino hacia la orilla. Si hay una cosa que nos encanta a los dos es comer… lo que no sé muy bien, es como hace para no engordar…
Salgo del agua y le ayudo a desarmar la tienda de campaña y a guardar todas las cosas en las bolsas para luego subirlas al auto. Nos subimos al auto y emprendemos camino a nuestra cafetería favorita frente al mar.
—¿Habías escuchado este tema?— Me pregunta subiendo el volumen de la radio y suena “Crying in the club” de Camilla Cabello.
Sin poder evitarlo, cantamos al ritmo de la canción y reímos al saber que estamos haciendo el ridículo. —Tiene razón esta chica… “With a little faith, your tears turn to ecstasy”. — Le digo.
(Con un poco de fe, tus lágrimas se transformarán en éxtasis)
Ella ríe y asiente mientras se sigue moviendo al ritmo de la música —Y con un padrino de despecho todo es mejor.— Comenta.
—Y roommate… no te olvides.— Le aclaro cuando voy estaciono el auto justo enfrente de nuestra cafetería.
—No, no me olvido… en tres días me mudo a tu piso, eso si me tienes que cobrar algo.— Me advierte cuando vamos bajando del auto.
—¿Cómo te voy a cobrar a ti? Sabes que no necesito ese dinero.— Le explico, pero sé que es más terca que yo.
—Entonces déjame pagar los gastos de comida o de luz o algo.— Me pide y resoplo mientras abro la puerta de la cafetería.
—Paga la luz y comida, eso solo.— Hablo finalmente para que no insista más y vamos a nuestra mesa de siempre.
—Perfecto.—
—Hola Franchesco, hola, Jordana, ¿Qué les sirvo hoy?— Nos pregunta David.
—Lo de siempre.— Le indicamos a la par y él ríe. Después de venir aquí al menos una vez a la semana, ya somos clientes habituales.
—Algún día deberíamos ir a un sitio diferente.— Propone entre risas.
—¿Para que? Aquí nadie nos molesta nunca. Ya se acostumbraron a verme y todo.—
—Es verdad… me a veces me olvido de que eres el pintor famoso.— Dice sarcásticamente y me saca la lengua.
—Pero que irrespetuosa…— Bromeo.
Reímos de nuestras tonterías hasta que ella se pone seria —Bueno, entonces anotemos las reglas de convivencia.— Dice y toma una servilleta. –David, ¿tienes un bolígrafo?— Le pregunta y el asiente a la distancia y se lo trae. —¡Gracias!— Le dice amablemente y el sonríe estúpidamente… si… está loco por ella, pero ella ni la hora le da. –Bueno ahora sí, anotemos.— Me dice.
—Lo que hablamos anoche.— Digo mirándola detenidamente mientras hace como si estuviese escribiendo un contrato.
—Entonces habíamos quedado en que yo cocinaba y tú ordenabas.— Dice y anota…
1—Jordana: Cocina, Franchesco: Ordena
—Si.—
—Avisar antes de llevar a un hombre o mujer al piso.—
—Exacto y preferentemente que el otro no salga mientras este allí esa persona.— Aclaro.
2. Avisar de la llegada de posibles conquistas.
Rio ante su nota.
—Baja la tapa de cuarto de baño que te conozco.— Me advierte y no puedo parar de reírme.
—Vale, lo hare.— Respondo entre risas.
3. Bajar la tapa de cuarto de baño.
—No tocar hacer ruido cuando pintes pasadas la 3 de la madrugada.— Me advierte.
—Suena justo.—
4. No ruidos pintando después de las 3AM.
—Creo que eso es lo básico para que no nos matemos.— Bromea.
—Si, y no olvides el no dejar tus bragas en la ducha, ¿sí?— Le digo entre risas y ella anota.
5. No bragas en la ducha.
—¿Ya?—
—Genial, ¿entonces el miércoles te ayudo a mudarte?— Le pregunto.
—Sí, necesitare tu auto.— Me dice sonriente.
—De acuerdo. Yo me mudare mañana y quemare el colchón de mi cama, ¿tú traerás la tuya o compro otra para ti?—
—La comprare yo.— Aclara.
—Vamos Dana, no seas tonta.—
—Vale… cómprala después te doy el dinero…— Acepta dándose por vencida y sonrió.
—Perfecto.— Digo ofreciéndole mi mano para cerrar el trato.
—Trato hecho.— Replica y ambos reímos de nuestra particular manera de negociar.
Al día siguiente
De acuerdo, explicarle a mi familia que viviría con Jordana ha sido un poco complicado. No sé que parte de “solo somos amigos” no han entendido. Creo que la única que lo entiende tan solo un poco es Tamara y no es para menos; fue ella quien nos presentó.
Aún recuerdo perfectamente cuando hace diez años atrás llego a casa con ella después de un día de trabajo y me dijo “hermanito, te presento a Jordana Garay, mi asistente.” Desde aquel día y por tener la misma edad Dana y yo comenzamos a construir una amistad poco a poco más fuerte cada vez que venía a casa y como no si también se había convertido en la mejor amiga de mi hermana y además de trabajar juntas se la pasaban juntas. Si bien ya no trabajan juntas porque Dana ha abierto su propia firma de decoración de interiores, siguen viéndose seguido aunque claramente pasa mas tiempo conmigo y ahora bueno… seremos compañeros de piso.
Miro una vez mas el nuevo juego de muebles en mi cuarto y sonrió. Ya no queda rastros de aquella cama que compartí con ella y eso es lo mejor que puedo hacer. Tampoco queda rastros de ninguna de sus prendas ni nada que lleve su aroma. Voy hacia el otro cuarto y me aseguro de que todo haya quedado instalado correctamente. Creo que le gustara estos muebles color nogal oscuro que he escogido.
Es en este preciso momento donde ser Franchesco Balestrini tiene sus beneficios, ordeno los muebles y los traen el mismo día. A cualquier otra persona seguramente le tardarían un par de días…
«Esta noche supongo que me las tendré que arreglar en la cocina.» Pienso y en medio de quejas que nadie escucha voy hacia allí.
—Debería quitar toda la decoración que ha hecho ella.— Me digo a mi mismo al ver los cuadros y adornos que están en el salón.
Quiero quitar todo lo que me recuerde a ella, no quiero pensar más… no quiero que la imagen de ella sobre ese tipo vuelva a mi mente.
Comienzo por recoger todo lo que ella ha colocado por aquí y empiezo a meterlo dentro de una bolsa de basura y lo que no entra lo dejo a un costado para sacarlo luego. Hoy inizio una nueva vida y el recomenzar debe ser completo.
Me detengo un instante y saco mi móvil del bolsillo del pantalón para colocar algo de música mientras sigo con mi tarea. Suena Anne-Marie con su “Ciao-Adios” y el ritmo es contagioso al igual que la letra
“I’m onto you, yeah you
I’m not your number one
I saw you, with her
Kissing and having fun
If you’re giving all of your money and time
I’m not gonna sit here wasting mine on you, yeah, you
Ciao adios, I’m done
Ciao adios, I’m done
Ciao adios, I’m done”
Y así como si fuese un mensaje directo para mí —Ciao adiós, se acabo Cintia— Digo cuando voy terminando con mi tarea.
«Ahora si, a cocinar… o al menos intentarlo. »
Saco los utensilios necesarios para cocinar un poco de salmón, pero justo cuando estoy por comenzar alguien golpea la puerta. Miro mi reloj y no entiendo, ¿Quién puede ser a las diez de la noche?
Camino hacia la puerta y al abrir veo a Dana con todo el rímel ensuciando sus mejillas. —Dana, ¿pero que ha sucedido?— Pregunto preocupado y la hago pasar.
— Nora… Erick… todo me ha pasado.— Dice entre sollozos.
—Ven, siéntate.— Digo tomándola suavemente del brazo y hago que se siente en el sofá.
Apago la música de mi móvil y con mi dedo pulgar limpio su rostro.
—Mauricio vino a pedirme perdón y discutimos muy fuerte… nos gritamos… me empujo… quiso…— Trata de explicarme y no puede continuar.
—¡¿Ese imbécil intento abusar de ti?!— Pregunto cerrando mi puño.
—Lo golpee con un jarrón… Nora y Erick lo defendieron a él… discutimos…me echaron…— Dice entrecortado.
—Vale… no te preocupes, lo importante es que tú estés bien.— Expreso abrazándola contra mi pecho. —De todas formas, vendrías aquí en dos días. No les prestes atención y a ese imbécil deberías denunciarlo.— Le sugiero.
—No quiero saber nada más de él… quiero olvidarlo… quiero no sentir lo que siento por él… no puedo ser tan imbécil.— Habla completamente angustiada y me duele mucho verla así.
—Tranquila… tu padrino te ayudara. — Le digo intentando que se relaje. —Ahora menos que nunca te dejo recaer.—
—Por favor. Si llego a mencionarlo nuevamente regáñame o algo.—
—Cuenta con ello.—
—¿Te molesta sin me mudo esta noche?— Pregunta tímidamente y le sonrió.
—Claro que no, justamente estaba por cocinar. Hice un poco de limpieza, aunque bueno… ahora todo ha quedado vacío.— Digo mirando a mi alrededor.
—Eso tiene solución… Mañana iré por mis cosas. Lo único que quise hacer es salir de allí lo mas rápido posible, no soporte su actitud.—
—No te preocupes. Yo voy contigo, ahora ve lávate esa cara, no llores más por ese imbécil y si quieres busca algo de ropa mía en el guardarropa.—
—Esta bien… ahora te ayudo con eso.— Dice refiriéndose a la comida y se levanta del sofá para ir a cambiarse.
No puedo creer que le hayan hecho eso. Sabía que Nora era una mala persona, pero no tenía que podía llegar a tanto…Defender a un tío que quiso abusar de una mujer… eso no tiene nombre.
4.”Peleas” En La Cocina
—¡Tu ropa me queda enorme!— Se queja mientras cocino o al menos hago el intento por hacerlo.
Volteo para verla y rio al notar que tiene razón. Mi camiseta le queda bastante larga y suelta. —Básicamente como un camisón.— Comento.
—Cumple su función. — Replica y se pone de pie a mi lado —¿Qué se supone que intentas hacer?— Pregunta observando el sarten donde cocino el salmón.
—Salmón…— Digo y creo que ha sonado más a una pregunta.
—Mmmm… permíteme. — Dice y prácticamente me echa de la cocina haciendo que me siente en el taburete que esta del otro lado del desayunador.
La observo cocinar y se nota que sabe lo que hace. —¿Tienes vino?— Me pregunta de la nada.
—¿Para cocinar?— Pregunto confundido y ella se echa a reír.
—No Franchesco, para tomar…— Responde entre risas.
—¡Ah vale! Si, si… en la nevera tengo un chardonnay exquisito.— Le explico y me mira con cara de ¿también pretendes que sirva el vino? —Ya lo sirvo.— Digo antes de que me regañe.
Voy a la nevera, saco la botella de vino, busco las dos copas y me paro a su lado para servirle la copa. Estoy por cerrar la botella cuando se me cae el corcho al suelo y me agachó a buscarlo. —¿Qué es esto Dana?— Cuestiono tocando el morado que tiene en su pierna.
Ella me mira confundida y luego observa su pierna —Seguramente fue del golpe que me di cuando él me empujo sobre la cama.— Explica con un hilo de voz y nuevamente la rabia me consume.
—Juro que lo mataría. — Hablo con enfadado y me sujeta por el brazo para que me ponga de pie.
—Ya Franchesco… no quiero pensar más en eso.— Dice mientras sigue cocinando. —Pon algo de música.— Propone y no necesita decirme nada para que me de cuenta que esta triste.
Cada vez que cambia de tema pidiendo que coloque música es porque esta triste. Sin indagar mas, busco mi móvil y coloco algo de música de mi playlist.
—Eso se ve muy bien.— Le comento mientras suena John Legend y Tiziano Ferro con su canción Karma de fondo.
—Verás que te gustara.— Dice orgullosa.
—Hablando de gustar, ¿has visto los muebles de tu cuarto?— Pregunto con entusiasmo.
—Si, ¡y me han encantado!— Me dice sonriente.
—¿Sabes que te toca redecorar el piso? ¿no?—
—Me imagine.— Responde mientras mira a su alrededor.
—No quería nada de ella aquí.— Comento mientras ella sirve la comida en los platos.
—Ni yo de él. Si que nos han lastimado.— Expresa mientras llevo los platos a la mesa y ella lleva las copas y los cubiertos.
—Demasiado, pero no quiero hablar de ellos…—
—¿Estás nervioso?— Pregunta y no entiendo de que habla.
—¿De que hablas?—
—De la nuevas obras… de la exposición.— Se explica mientras cenamos.
—Demasiado… estoy muy ansioso también.—
—Me imagino. No es fácil enseñarlas por primera vez.— Bromea y sé que nunca se olvidara del pequeño episodio que me sucedió en aquella entrevista con esa frase.
—No, no lo es.— Respondo entre risas mientras que ella también se ríe.
—Perdón, debía hacerlo.— Dice tímidamente y no puedo parar de reír.
—Lo sé… tú no dejas pasar una.— Expreso negando con mi cabeza.
—Mi humor tan peculiar, pero así me quieres.— Dice encogiendo sus hombros.
—Así es, y tú me quieres con todos mis defectos incluyendo lo insoportable que me pongo cuando estoy ansioso.—
—Demasiado insoportable. — Añade.
—Claro, porque tú eres un angelito. — Le replico y ambos reímos.
—Somos dos insoportables.—
Entre risas y hablando de las nuevas pinturas que vienen en camino, terminamos de cenar y ella comienza a levantar los platos con la clara intensión de ponerse a lavar y ordenar todo.
—Yo lavo.— Le digo e intento hacer que ella salga de la cocina, pero es imposible.
—Yo lo hago, no te preocupes.— Dice y sigue en lo suyo.
—Dana, no te has venido a vivir aquí para ser mi sirvienta.— Le explico y nuevamente intento hacer que salga de la cocina, pero no hay caso.
—Que no hay problema.— Repite.
—Tú te lo has buscado.— Sentencio y sin pensarlo dos veces la levanto en el aire hasta que su cuerpo queda en mi hombro y así camino con ella hasta el salón para tirarla sobre el sofá. Con lo que no contaba es con que ella no se soltara de mi y me arrastrara a caerme sobre ella. —¡Tramposa!— Le exclamo entre risas.
—¡El tramposo eres tú por sacarme así de la cocina!— Me grita intentando empujarme para que caiga en el suelo, pero no la dejo.
—¡Que te quedes aquí!— Le exijo como si fuese una niña pequeña y me levanto de encima de ella para ir a la cocina antes de que ella me alcance. —¡Bájate la camiseta!— Le grito para que me escuche y ambos reímos ante mi comentario.
—¡Es tu culpa!— La escucho gritarme. —¡Ya que no me dejas encargarme de los platos ordenare un poco todo esto!— Me dice alto para que la escuche y no hay modo… cuando se empecina con algo no hay quien le haga cambiar de opinión…
Al día siguiente, junio 21
Prácticamente he saltado de la cama al darme cuenta de que ya eran más de las once de la mañana. He dormido demasiado, pero no es para menos, anoche mi queridísima amiga ha decidido ordenar el piso y no me ha dejado ir a dormir hasta que termináramos, cosa que no sucedió hasta las tres de la madrugada.
Camino hacia la cocina intentando despertarme por completo y me la encuentro bailando con sus audífonos puestos. Al parecer está cocinando, pero no estoy muy seguro ya que está de espaldas.
Sigilosamente camino hacia ella y cuando estoy detrás de ella, la sujeto de la cintura haciendo que salte en el aire a causa del susto y yo me parta de risa ante su reacción.
—¡Idiota!— Me grita dándose la vuelta para verme y golpea mi pecho con sus manos.
La sujeto muchísimo más fuerte mientras peleamos como dos niños hasta que nos caemos al suelo haciendo que su móvil el cual tenía en el bolsillo delantero de la camiseta mía que llevaba puesta, cae al suelo.
—No se ha roto.— Comento haciéndome el inocente mientras lo recojo del suelo. —¿Chantaje?— Pregunto al ver la pantalla y ver que suena esa canción en sus cascos.
Encoje sus hombros y ríe —Lo siento, es pegadiza.— Bromea.
—No te culpo.— Le digo muy seguro y me pongo de pie para luego ayudarle a hacer lo mismo.
—Franchesco, que sea tu amiga no quiere decir que deba verte en bóxers.— Comenta mientras se quita los cascos y me mira entrecerrando sus ojos.
Rio ante su comentario y me doy una vuelta para que me mire —¿Acaso no te gusta mi culo?— Pregunto entre risas y ahora estamos los dos riéndonos.
—Dudo que tus exnovias se quejaran de el.— Bromea.
—Créeme que no.— Digo muy seguro y luego rio como un tonto. —Además, no sé que tanto te quejas si tú también te paseas a medio vestir por la casa. Estamos en igualdad de condiciones.— Explica mientras la miro detenidamente y observo como mi camiseta apenas la cubre.
—Vale, intentare no andar más así por la casa… aunque, no le veo el problema.—
—Ni yo.— Digo negando con mi cabeza.
—¿Desayunamos y luego me acompañas por mis cosas?— Pregunta mientras sirve el desayuno que parece almuerzo.
—Sí, te acompaño; no quiero que esta tipa se meta contigo nuevamente.—
[…]
Entramos al piso donde solía vivir y al hacerlo nos encontramos con la mirada amenazante de la pelirroja que para mi gusto es una víbora.
—Vengo solamente a buscar mis cosas.— Sentencia Dana sabiendo que ella le reclamara algo. —Franchesco, ven.— Me dice y me jala de la mano sabiendo que tengo muchísimas cosas que decirle.
Desde que la conocí nunca me ha caído bien, y mucho menos cuando intento hacer que Jordana y yo dejáramos de ser amigos inventando no sé cuantas mentiras. Recuerdo esa época y lo mal que estábamos ambos a causa de la desconfianza que esta tía nos hizo tener en el otro, pero afortunadamente hemos sido capaces de conversar y descubrir que nada de lo que nos había dicho Nora era suficientes. Descubrir que fue porque quería acercarse a mí para que tuviésemos algo me hizo sentir mucha más apatía por ella.
—¿Me ayudas?— Pregunta Dana sacándome de mi pequeña burbuja mientras me da una maleta.
—¿Qué hago?— Pregunto confundido.
—Yo vació el guardarropas, tu vacía los cajones de la cómoda de noche.— Me pide.
—De acuerdo.— Digo amablemente y comienzo con la labor.
Quito las camisetas de manga larga, los sweaters y las bufandas de los primeros dos cajones y voy a los de arriba. Luego saco las camisetas de manga corta, los pantalones cortos, y las gorras, meto todo en la maleta, y lo siguiente que hago es abrir los otros dos.
—Eh… Dana, no sé si quieras que me encargue de esto también.— Comento al ver toda su ropa interior.
Ella se echa a reír y luego camina hacia mi rápidamente y me cubre los ojos con sus manos —¡Mierda! Lo siento, lo había olvidado.— Se explica sin parar de reír. —Sigue tú con el guardarropa y yo me encargo de esto.— Me dice y destapa mis ojos.
—Por mí no hay problema eh…— Digo entre risas —¿Qué puedo ver que no haya visto antes?— Pregunto sin parar de reír.
—Es que hay cosas que yo no quiero que tú veas.— Sentencia empujándome para el lado del guardarropa.
—¿Algún conjuntito sexy que le has desfilado a Mauricio?— Pregunto pícaramente.
—¡Franchesco!— Me regaña.
—Vale… me comporto.— Hablo levantando mis manos y voy hacia el guardarropa tal como me lo ha pedido.
Estoy muy concentrado en mi tarea guardando la ropa cuidadosamente mientras ella hace lo mismo —Sabes, quizás ese fue el problema por el cual Mauricio me engaño.— Comenta de la nada y tengo que voltear a verla.
Observa un conjunto de lencería de encaje color blanco bastante sensual y se queda en silencio.
—¿De qué hablas?— Le pregunto confundido e intentando mantener la compostura al verla observando esa prenda.
—De que quizás para él no era buena en la cama.— Dice sin rodeos. —Quizás ni le gustaba tanto…— Continua diciendo con un tono de tristeza en su voz.
La observo con mis ojos abiertos de par en par y camino hacia ella —Dana, si usaste esto para él…— Comento sujetando una de la partes del conjunto, más específicamente el sujetador. —Créeme que no hay manera que no le gustaras.— Digo mirándola fijamente. —El tío ha sido muy imbécil.— Sentencio sin apartar mi mirada de la suya.
—Eh… vale…— Dice nerviosa y creo que ambos nos hemos puesto un poco incómodos con esta extraña conversación.
—Bueno, terminemos con esto…— Digo cambiando de tema y sigo con mi tarea.
«¿Qué rayos ha sido este momento?»
5. ¿Qué Paso?
Tres días después, junio 24
Como cada día, bajamos al gimnasio del edificio juntos; se nos ha hecho una rutina ejercitar juntos. Según ella, yo soy un gran entrenador personal, pero la verdad de todo es que ella tiene un estado físico increíble. Abro la puerta y le dejo entrar.
—Gracias Fran, siempre tan caballeroso tú.— Dice sonriente —Tú dirás… ¿Qué hacemos hoy? Eso sí, ten piedad hoy es sábado.— Me advierte y no puedo más que reír de sus muecas.
—Lo sé, además tenemos la fiesta de cumpleaños de Pedro, ¿Vienes? ¿No?— Le pregunto mientras preparo las pesas en la prensa piernas.
Ella se acomoda boca abajo en la maquina y engancha sus piernas en el pasante. —Sí, no puedo fallarle a Peter.— Responde mientras comienza a levantar el peso con la parte posterior de sus piernas.
—Se muere si no vas.— Bromeo, pero ella estira un brazo y me da un leve golpe.
—¡Cállate!— Me exige.
Rio ante su reacción y me agacho frente a ella y sujeto sus manos —Sabes que llevo razón. Lleva enamorado de ti desde hace tres años y tú nada de nada… además, ahora que te vea con el trasero así de trabajado se morirá.— Bromeo y me mira de tal manera que ya debería estar muerto aquí mismo.
—¡Que yo hable te tu trasero está bien, lo hace medio planeta después de tus fotos para esa revista… pero, tú no vengas a hablar de mi trasero!— Me grita y luego ambos nos reímos de su comentario.
—Es para que veas lo que se siente.— Le explico. —Ahora ya, es mi turno… has hecho más de quince.— Digo refiriéndome a la sesión y cambiamos puestos.
—¿Cómo es que sabes que Pedro esta enamorado de mi?— Me pregunta con sus brazos en jarra mientras me mira ejercitar.
—Porque no me deja de preguntar por ti cada vez que lo veo. Además, me ha insistido mil veces de que me asegurara que fueras a la fiesta.— Le explico.
—Franchesco, yo no estoy para tener nada con nadie ahora…—
—Yo no te he dicho que tuvieras nada con él.— Aclaro —Quince. Te toca.— Digo y me levanto para volver a cambiar. —Además, Pedro no es tu tipo.— Añado.
—¿Por qué dices que no es mi tipo?— Pregunta mientras se acomoda en la maquina.
—Eres muy divertida para un tío tan aburrido como él.— Respondo muy seguro y ella me mira entrecerrando sus ojos.
—¿Quieres buscarme el tío correcto? Creo que tú sabes mejor que yo lo que es bueno para mi.— Propone.
—¿Es en serio?—
«No puede estar pidiéndome eso…»
—Claro que no Franchesco. Además, ya lo tengo decidido.— Sentencia y no entiendo nada.
—¿De qué hablas?— Pregunto mientras que por última vez cambiamos de lugar.
—De que no me volveré a enamorar por un largo tiempo. Voy a buscarme tipos que estén muy buenos y me divertiré con ellos; eso es lo que hare.— Dice muy segura y no entiendo donde ha quedado la chica buena.
—Vaya… ¿Quién lo diría? ¿Es decir que te follaras a cuanto tío bueno que se te cruce?— Pregunto algo preocupado.
—Algo así.— Responde firme.
—No sé si me agrada mucho la idea…— Le admito y ella me mira como diciéndome “¿Y a mí qué?”
—No te tiene que agradar. No eres mi hermano, ni mi padre, ni mi novio, ni nada de todo eso… solo eres mi amigo.—
—Solo quiero cuidarte Dana.— Le aclaro. —Hay mucho pervertido por ahí suelto y créeme que no querrán simplemente follar contigo.—
—¿Y que querrán?— Me pregunta a modo de reto mientras me levanto de la maquina.
—No me lo quiero ni imaginar…— Me limito a decirle. —Hagamos tres sesiones de con esta y vamos al piso a almorzar. Y por favor, no me cuentes de esos planes a mí.—
No quiero ni imaginármela de una cama a la otra con tipos completamente desconocidos… Esa no es la manera de quitarse el despecho.
[…]
Horas más tarde…
—¡Dana! ¿Puedes darte prisa? Llegamos tarde a la fiesta.— Le pido una vez más.
—¡Ya salgo!— Exclama y me siento nuevamente en el sofá a esperarla.
Una vez más los minutos vuelven a correr rápidamente, hasta que finalmente escucho la puerta de su cuarto abrirse y la veo salir —¡Wow!— Digo sorprendido al verla con ese vestido híper corto color negro que se ajusta a su figura.
—¿Te gusta?— Me pregunta y da una media vuelta para que vea su espalda totalmente descubierta.
—Depende para que.— Me limito a responderle.
—¿Qué quieres decir?— Pregunta acercándose a mí.
—¿Tu plan comienza esta noche?— Pregunto serio mientras me pongo de pie.
—¿Quién sabe? Lo único que sé es que estoy harta de pasarla mal. Quiero demostrarle a ese idiota lo que se ha perdido.— Dice y camina para salir de piso.
Sigo sus pasos rápidamente y cierro la puerta con llave detrás de nosotros —¿De qué hablas?— Pregunto mientras caminamos hacia el elevador.
—Como padrino de despecho, deberías de apoyarme en esto.—
—¿En qué?—
—En mi plan… necesito olvidarlo.— Me explica y la entiendo perfectamente a mi también me cuesta mucho olvidarme de Cintia.
—Vale, te ayudare… y creo que seguiré tus consejos, yo también necesito olvidarme de ella.— Digo más o menos convencido mientras subimos al elevador.
—¡Vamos a liarla esta noche!— Exclama entre risas.
—Si tú lo dices…— Comento y solo puedo reír de su entusiasmo, aunque sigo sin estar muy convencido al respecto…
[…]
El área VIP de la discoteca está abarrotada de gente, tomo a Dana de la mano y caminamos entre el gentío hasta que vemos a Pedro parado enfrente de la barra. —¡Feliz cumpleaños!— Exclamamos los dos y los saludamos.
—¡Gracias!— Dice entusiasmado y toma a Dana de la mano para alejarla un poco y apreciar la vista. —¡Pero mira lo guapa que te ves!— Le dice recorriendo su figura lentamente.
Ella sonríe y mueve su cabello de manera exagerada —Gracias.— Dice y luego se suelta de él.
—¿Qué tomas Dana?— Interrumpo.
«Lo único que me falta es tener que estar aquí de celestino…» —Lo que tú quieras, pero que sea fuerte.— Propone mientras apoyo mis brazos en la barra y ella imita mi posición pegada a mí.
—¿Acaso es un reto?— Pregunto con una media sonrisa.
—¿No me invitan al reto?— Interrumpe Pedro.
Dana lo mira no muy confundida y le da una dudosa sonrisa —Creo que te buscan…— Dice de la nada y mira hacia atrás de Pedro.
Ya me doy cuenta de lo que habla…
—Hola guapo.— Dice una mujer rubia de curvas exageradas y con casi nada de ropa puesta. —Tus amigos me han dicho que es tu cumpleaños…— Le dice de manera sensual y prácticamente se lo lleva a rastras.
«Genial…» Pienso de manera sarcástica.
—¿En que estábamos?— Me pregunta ella entre risas.
—En tu reto…—
—Ya que el cumpleañero la pasara muy bien esta noche… nos toca hacer lo mismo.— Comenta mientras se para de una manera bastante provocativa contra la barra.
—Jordana… no tengo ganas de agarrarme a golpes con nadie esta noche; párate bien.— Le regaño y ella ríe.
—¡Vamos Fran! Pide algo fuerte.— Insiste.
La miro como dándome por vencido y luego llamo al bar tender. —Una botella del vodka más fuerte que tenga, si es polaco mejor.— Le pido y agradezco que en esta discoteca están acostumbrados a recibir gente algo famosa.
—Vale.— Dice y a los pocos minutos regresa con la botella y dos vasos.
Pago la botella y me la llevo conmigo junto con los dos vasos. —Vamos allí.— Le digo a Dana señalando una mesa alta que hay en una esquina.
—Yo sirvo.— Propone y luego de que abro la botella ella sirve los dos primeros vasos. —¡Por los idiotas que nos han hecho daño!— Propone y chocamos los dos vasos para luego ingerir la bebida. —¡Mierda! ¡¿Qué rayos has pedido?! ¡¿Alcohol de farmacia?!— Me grita haciéndome reír como nunca.
—Tú me has dicho que pidiera lo más fuerte; ahora te aguantas.— Bromeo.
—¿Tú también te aguantaras?— Me pregunta y es un claro reto.
—No te dejare sola en esta…— Comento y ambos reímos.
—Creo que esta noche no terminara como esperaba…— Comenta mirando hacia donde están todos bailando con sus respectivas parejas y en el caso de Pedro con la rubia aquella.
—¿Y cómo era que esperabas que terminara?— Pregunto y termino el primer vaso. —¿En la cama con él?— Inquiero mirando a Pedro.
—No lo sé, pero no me voy a deprimir. Vamos a bailar.— Propone y después de terminar el primer vaso de vodka me jala hasta que llegamos a la pista y comenzamos a bailar al ritmo de “Hey Ma” de Pitbull, J Balvin y Camilla Cabello.
“Hey mama, hey mama, hey mama, hey ma’
I need you
Hey mama, hey mama, hey mama, hey ma’
Girl, it’s getting hotter
I can’t take much more
I need you
Hey mama, hey mama, hey mama, hey ma’
I need you”
Se mueve contra mi e improvisamos movimientos cubanos, cosa que obviamente no se nos da bien, pero no podemos más que reírnos de nosotros mismos y pasarla bien.
—Estamos haciendo el ridículo.— Le digo al oído mientras se mueve de manera provocativa contra mi cuerpo.
—Está permitido.— Dice acotando el titulo de una de las canciones que escuchamos siempre y se da la vuelta para quedar de frente a mí.
Sonriendo ante sus palabras, la tomo por la cintura y nos seguimos moviendo sin importarnos el que dirán. —¡Tengo sed!— Exclama y nos detenemos tan solo un instante para servirnos otro vaso de vodka y beberlo mientras que seguimos bailando al ritmo de la nueva canción que ha puesto el DJ.
—¿Salsa?— Pregunto al escuchar el ritmo de la canción y ambos nos miramos como diciendo “sigamos con el ridículo.”
Ya a este punto no sé ni que estamos bailando, solo se que la botella de vodka esta casi vacía y que ella apenas puede mantenerse en pie. Sus tacones ya están al lado de la mesa y yo intento que no se caiga, pero tengo la sensación de que todo me da vueltas. Miro el reloj, pero los números son borrosos…
—Vamos a casa.— Le propongo, pero ella solo quiere seguir bailando.
—¡Un poco más!— Exclama y me atrapa entre sus brazos.
[…]
Un horrendo ruido me hace salir del espacio en negro en donde estaba y al abrir mis ojos me doy cuenta de que estoy en mi cuarto «¿Cómo llegue aquí?» Se me parte la cabeza…Miro a mi alrededor y no puedo creer lo que estoy viendo a mi lado izquierdo de la cama…
Levanto la sabana y simplemente me siento en la cama reprochándome el haber bebido tanto. —¡Dana!— Exclamo y zamarreo su brazo para que abra los ojos.
No puede ser… no… nos pudimos haber enredado…
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