Por Amor- 1-10

Prologo

Año 2014

Era un día más de esos donde seguía siento el entrenador y jinete de caballos que todos conocían y admiraban en Madrid, la ciudad donde se citan los mejores jinetes del mundo según las estadísticas, en ese momento, debía seguir con los protocolos de otra jornada en la escuela de hípica. En esta ocasión, me tocaba conocer al ganador de un concurso que haría que el ganador tuviera una clase complementaria conmigo y también la oportunidad de un correr una carrera si era lo suficientemente bueno. Sinceramente, yo no estaba emocionado en absoluto, pero era consciente que este concurso haría feliz al afortunado ganador, después de todo, cumplirían el tan anhelado sueño de entrenar con Leonel Ritter, ese hombre que se ha hecho “famoso” por sus logros.

Lo que nunca imagine es que la ganadora, serias tú. Aquella chica de cabello castaño y ojos celestes con rostro angelical. Sinai, así me dijiste que te llamabas aquel día que nos presentaron en el picadero y estrechamos nuestras manos sin apartar la mirada del otro, tu nombre era tan único como tú. Era claro que hubo una conexión instantánea, me engañe creyendo que era por el amor a la equitación, pero no, eso iba mucho más allá.

Con mucho entusiasmo me presente y te pregunte cuantos años tenías. Tu respuesta fue 17 y allí fue cuando todo se complicó. Di un paso atrás y pretendí no darle importancia al pequeño detalle que eras menor de edad y de que te llevaba ocho años, te presenté el increíble caballo que siempre me acompañaba y fuiste a él con entusiasmo. Fue en el preciso instante que montaste and “Tornado” que la magia comenzó y el mundo se detuvo para mí. 

1: Nuestro Encuentro

Recuerdo perfectamente la voz de Tatiana, mi representante diciéndome —¡Leonel, vamos arriba! ¡Hoy tienes que ir a conocer al ganador del concurso! — Honestamente no tenía ganas de cumplir otro día más de protocolo. Hacía ya tres meses que venía trabajando arduamente y cumpliendo con compromisos de diferentes tipos gracias al último Derby ganado, estaba cansado de tantos viajes, de tanta gente, y lo peor de todo; es que eso recién comenzaba ya que me esperaban muchos tornes más, tanto como entrenador, así como jinete. 

Con desgano me levante de aquel sofá que tenía en mi pent-house en Madrid, apague la televisión, y ahí iba otro capítulo más de mi serie de televisión favorita que tendría que dejar a la mitad. Me deje llevar nuevamente por mi agenda hasta la escuela hípica donde me esperaba el ganador del concurso organizado por el lugar, una costumbre que tenían hace tiempo y que ofrecía esta oportunidad para quienes tenían talento en la disciplina. Aquella persona tendría una clase complementaria conmigo y también la oportunidad de correr una carrera si era lo suficientemente bueno, asique eso significaba que podría llegar a ser más de una clase y algunos viajes con este desconocido.

Me senté en el banco que estaba en el establo del centro hípico y simplemente me quedé observando a mi alrededor a los caballos que relinchaban y buscaban mi atención. Me imaginaba que le estarían tomando fotografías y entrevistándolo para preguntarle que se sentía ganar ese concurso 《al final del día todo esto también es una estrategia de mercadeo para la escuela hípica》 pensaba mientras seguía inmerso en mi pequeña burbuja. 

—Leonel, ya viene la chica.— Me dijo Tatiana al oído y entrecerré mis ojos.

—¿Es una chica?— Pregunte confundido ya que nadie me había dicho que se trataba de una mujer.

—Si, y es muy talentosa. — Comento mientras yo pensaba 《genial… una chica que intentara que me fije en ella como las otras que ya lo han intentado alguna vez》

Debo de admitir que estaba un poco reacio al amor y algo decepcionado de absolutamente todo lo que me rodeaba. Mi mundo se había roto en mil pedazos hacia un mes cuando aquella mujer que tanto ame me dijo “No puedo más con tu estilo de vida, esto no es para mí; lo siento mucho” y se marchó sin dejar rastros de hacia dónde se fue. Se olvido de todo, fue como si esos dos años entre nosotros no hubiesen existido.

—Vale, intentare mostrarme entusiasmado. — Le dije a Tatiana mientras me levantaba de aquel banco y pretendía estar esperándote con ansias.

Dibujé mi mejor sonrisa en mi rostro al notar como la puerta del establo se abría poco a poco, pero tuve que dejar de fingir cuando te vi. Te debo confesar que me pareciste absolutamente hermosa desde el primer segundo que mis ojos se encontraron contigo. Tienes un rostro angelical, tus ojos brillan con una luz que no sé ni cómo explicar, tu cabello bailaba con la brisa que provoco la puerta y centre mi vista en esa manera tan peculiar que tienes de moverte. No sé si estabas nerviosa por mi presencia o porque entrenarías. Solo sé que te acercaste a mi de manera algo torpe y me saludaste. —Hola Leonel, no lo puedo creer…— Dijiste nerviosa y luego me diste dos besos en la mejilla que me dejaron acércame a ti para inhalar el exquisito aroma de perfume, ¿o era tu piel? Aun no estoy muy en claro acerca de eso. 

—Bienvenida. — Dije sin saber cómo te llamabas, pero sin dejar de analizarte. —¿Cómo te llamas?— Pregunte y Tatiana me miro extrañada. Creo que se supone que debía saber tu nombre, pero ella nunca me lo dijo, ¿o sí? 

—Sinai.— Respondiste acomodando un mechón de cabello detrás de tu oído.

Fue en el instante que comencé a comprender lo que me estaba sucediendo que luché conmigo mismo y me dije 《Leonel, tu no estas para estas cosas. No te dejes engañar más.》 

—Muy lindo nombre. — Comente con honestidad bajo el efecto de tu sonrisa —Es inusual. — Continúe diciendo y reíste tímidamente.

—Lo sé…— Rebatiste muy bajito y me di cuenta de que no sabías que más decir.  Supongo que te intimidaba mi presencia o simplemente siempre fuiste tímida y nunca me di cuenta.

—¿Porque no montas uno de los caballos y me muestras que sabes hacer?— Te pregunte y fue en ese preciso momento donde tengo la sensación de que escuchaste lo que querías oír.

Una enorme sonrisa se dibujó en tu rostro al ver aquel caballo que estaba asignado para ti —De acuerdo. — Dijiste y caminaste hacia él como si estuvieses caminando hacia un tesoro.

Te acomodaste las botas, te pusiste el casto y mientras sacaban al caballo, caminamos hacia el picadero. Yo no dejaba de mirarte, esos pantalones oscuros y tu polo me mostraban que sabías lo que hacías, pero tu actitud de jinete no concordaba con tu cara angelical. Minutos después, ya en el picadero, montaste a Zorro y comenzaste a hacer magia junto a él. Parecía que se conocían de toda la vida, y que tú habías nacido para esto. Te veías hermosa con tu pelo al viento y dando una muestra magistral de como un jinete debe estar conectado con su caballo. 

Me quede mudo en aquel momento que terminaste tu espectáculo. Solo pude caminar hasta a ti sin importarme absolutamente nadie de los que estaban allí y estrechar mi mano con la suya. —Me vuelvo a presentar, soy Leonel Ritter, y tú mujer de talento increíble ¿eres? — Pregunte haciéndote sonreír. 

—Sinai Feraud.— Dijiste sin entender mucho lo que yo hacía.

—¿Hace cuanto que montas?— Pregunte perdido en tu mirada.

—Seis años…— Contestaste y no entendí mucho, eso no es tanto tiempo…

—¿Y cuantos años tienes?— Fue mi siguiente pregunta y la cual no sé si debí de hacer.

—17.— Sentenciaste y fingí no darle importancia.

—¡Oh guau, eres muy joven!— Es lo único que logré decir dando dos pasos hacia atrás y pensando que no debía volver a verte como lo hice cuando entraste al establo. Tu cara era de confusión ante mi reacción era tanto o igual que lo que pasaba en mi mente. Eras menor de edad, te llevaba ocho años, no debía de fijarme en ti de ninguna manera. Solo debía pensar en el talento que tienes, solo eso intente convencerme, pero no sé si lo conseguí. 

2: No Debía Pensarte

Te bajaste del caballo, caminaste conmigo hacia el otro picadero donde me esperaba Tornado y miraste detenidamente cada movimiento que daba. Monte a mi caballo bajo el efecto de tus ojos y entendí que ese momento estaba escrito para nosotros en algún sitio.  

Unos pocos aplausos fueron los encargados de regresarme a la realidad de aquel lugar, y es que debo confesar que me había transportado contigo a otro sitio cuando nuestras miradas se cruzaron después de que me baje del caballo. —Aun no puedo creer que este aquí contigo y que me hayas visto montar. — Dijiste y me mostraste tus manos para que yo me diera cuenta cómo te temblaban. Me quede mirándolas y me perdí en la perfección que había en tus dedos, imagine que rozabas mi rostro con ellos y reprendí aquel pensamiento de inmediato.

—No te pongas así de nerviosa. — Te dije y sostuve tus manos con las mías. Es ese instante, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo y ahora era yo el que estaba nervioso. 

—Lo siento, es que un no me creo estar aquí contigo. — Pronunciaste riéndote de manera nerviosa y el sonido de tu risa ya me empezaba a gustar desde aquel momento… es mi melodía favorita.

Te mire fijamente y te lance una tímida sonrisa —No podía ganar otra persona que no fueses tú. Tu talento es infinito. — Admití sin dejar de mirarte.

No sé si fueron las palabras que te dije o la euforia del momento, pero me sorprendiste con un abrazo que no me dejo más remedio que amarrar tu cintura con mis brazos, debo confesar que tú cercanía fue un cuchillo que traspaso toda mi piel. 

《¡Leonel detente!》 Me grite a mí mismo mientras tú seguías abrazándome de esa manera tan especial. Agradecí a cielo ese momento donde Tatiana se acercó a nosotros y dijo —Leonel, siento decirte esto, pero tenemos una reunión en media hora. Debemos irnos. — 

Me aparte de ti y mire a Tatiana con dudas. Debía irme, pero no quería… o quizás sí… era una sensación tan extraña la que sentía… mi mente era un caos. Desordenaste mis sentidos, mi conciencia, quien soy… No podía fijarme en ti y así todo lo estaba haciendo. En aquel instante no comprendí mis sentimientos, no creí que fuera amor, después de todo, no se puede sentir amor por una desconocida, ¿o sí? Yo prefería llamarlo más como una atracción peligrosa. 

Tú parecías no darte cuenta de nada, ¿o es que disimulabas muy bien? No diste muestras de que yo te pareciera atractivo. No dijiste ningún comentario a los que estoy acostumbrado por parte de las mujeres. ¿Y si tenías novio? Ni llegue a pensar en eso… En ese momento Tatiana jalo de mi mano —¡Leonel, que se nos hace tarde!— Me advirtió y yo caminaba por inercia hacia la salida del picadero, pero me escape un instante de su agarre el cual a ti te parecía bastante gracioso ya que reías, y me acerque a ti para despedirme. —Nos vemos aquí en dos días para entrenar. — Dije con entusiasmo y te di dos besos en la mejilla. 

Me miraste fijamente mientras me alejaba y me di cuenta de que sonreíste de la manera más bonita que te había visto hacerlo hasta ahora —¡Nos vemos!— Gritaste justo antes que saliera. La sonrisa de idiota que llevaba en mi rostro me delato.

—Leonel, que te conozco. — Me regaño Tatiana. —Es una niña, ni se te vaya a ocurrir conquistarla ni nada. — Advirtió una vez que nos quedamos solos en la camioneta que nos llevaría a nuestra reunión.

—Solo intentaba ser amable Taty… ¿Cómo crees que me fijaría en ella? Tú lo has dicho, es una niña— Respondí intentando engañarla, pero ella me lanzo una de esas miradas asesinas.

—Aha… de no querer saber nada con este concurso y su ganador, a querer verla nuevamente. A mí no me engañas Leonel Ritter…— Comento seria y me lanzo una tímida sonrisa.

No entendí como es que permitieron que menores de edad concursaran, pero ella se encargó de explicarme que tu madre había firmado un permiso especial. En ese momento me pregunte como sería tu familia… ¿tendrías hermanos? Me asustaba mucho mi alto nivel de curiosidad por ti y por todo tu entorno… Tenía pánico porque sabía muy bien las consecuencias que podía haber detrás de todo esto. Quizás Tatiana estaba en lo cierto, pensé. Tal vez debía borrar toda mi curiosidad y tratarte como simplemente la chica que entrenaría, después de todo recién te acababa de conocer; ¿Qué tan difícil puede ser eso? 

3: Tormenta De Sentimientos

Aquel día fue fatal. Estaba de reunión en reunión con patrocinadores, gente del ambiente y no recuerdo quien más, lo que si recuerdo es que no podía más que recordar tu voz, tu rostro… a ti en todo momento. No entendía muy bien lo que me habías hecho, solo sé que eras una niña, de acuerdo, no una niña, pero si una mujer muy joven para mí que me podía meter en muchos problemas. 

Los días pasaron y llegaba el momento de volver a encontrarnos, estaba nervioso, lo admito. Caminaba por la escuela hípico mientras escuchaba a Zorro y sabía que tú lo estabas montando, pero al verte más de cerca me quede inmóvil a algunos pasos de ti. No sé muy bien aun si es que fue mi presencia o algún ruido lo que hizo que te detuvieras y me miraras, y fue ahí cuando vi una lagrima recorriendo tu mejilla. Me miraste apenada y quitaste el rastro de aquella lagrima rápidamente —Lo siento. — Dijiste y no entendí porque te disculpabas.

Te bajaste de Zorro y aproveche ese momento para acercarme a ti lentamente con mucho miedo de que lo que me sucedía contigo empeorara—¿Por qué me pides disculpas?— Pregunte entrecerrando mis ojos. —Emocionarse montando a caballo es lo más bonito que hay. — Te explique logrando robarte una sonrisa.

—Es que no sé, siento una conexión muy especial con los caballos, no mucha gente me entiende, pero tal vez tú si — Me dijiste y sentí que algo muy especial nos unía en aquel momento.

—Sabes, los caballos nos conocen mucho, y es que me han roto el corazón alguna vez… y ellos nunca lo harán, tal vez por eso yo me siento así con ellos, pero… tú seguramente no has pasado por eso aún. — Dije queriendo darte una explicación, pero al final del día lo que buscaba era saber más de ti. Discúlpame, sé que no debía.

—Claro que sé lo que es que te rompan el corazón.— Dijiste con un hilo de voz y de repente te pusiste a llorar.

No comprendía que sucedía. Solo pude extender mis brazos y abrazarte mientras desahogabas tus penas. —Sinai, ¿Qué sucede?— Pregunte en lo que era casi un susurro. Me rompía el corazón verte llorar así, pero a la vez me estremecía sentirte así de cerca.

No sé qué sucedió, pero te alejaste de mí y me miraste avergonzada. —Lo siento, no debí… apenas te conozco… eres Leonel Ritter…— Dijiste sin respirar.

—Ey, tranquila… no tengas vergüenza, considérame tu amigo.— Te dije mientras que con mi dedo pulgar quitaba algunas de tus lágrimas.

Miraste a nuestro alrededor como queriendo asegurarte de que no hubiese nadie y al comprobarlo volviste a mirarme. —Debes pensar que soy una tonta… lo siento.— Volviste a decir y te di una tímida sonrisa.

—¿Por qué no me cuentas que sucede? ¿Te has peleado con tu novio?— Te pregunte y mis intensiones detrás de esa pregunta me daban miedo. Sabía que algo ocurría… No era normal que una chica de tu edad llorara de tal manera al montar un caballo.  

—Creerás que soy una niñita si te lo cuento… me da vergüenza, apenas te conozco.— Insististe y tus palabras despertaron más mi curiosidad.

—Jamás creería que eres una niñita… tal vez si me cuentas, pueda ayudarte. No soy un experto en el amor, pero créeme que en sufrimiento si.— Dije y por primera vez reíste levemente.

—Ese es un buen motivo…— Comentaste con apenas un poquito más de ánimo e instintivamente acaricie tu rostro.

—En estos casos si.— Sentencie y dejaste de mirarme.

—Mi novio me ha dejado anoche.— Confesaste tan bajito que apenas pude escucharte.

Escuche tus palabras e intente sentir empatía ante ellas, pero no puedo mentirte… para mí era algo bueno… bueno, no… no debía serlo. —¿Por qué un hombre dejaría a una chica tan linda como tú?— Pregunte y mis palabras salieron de mi boca más rápido de lo que las pensé.

Me miraste fijamente y no entendí si era por mis palabras o qué, pero tus mejillas se tornaron rojas al igual que el polo que llevabas puesto. —Porque no me quise acostar con él.— Sentenciaste y vaya que sentí el ambiente cambiar drásticamente. 

¿Qué se supone que debía de decirte en ese momento? Mi insistencia gano ese momento incomodo y no quiero ni decir todo lo que se cruzó por mi mente —Sinai, un hombre que te deja por eso no es hombre. — Es lo único que pude decirte y es que es lo que realmente pensaba. 

Más lagrimas comenzaron a recorrer tu rostro —Es que yo lo amaba, pero…— Intentaste decirme.

—Pero no estabas lista.— Termine tu frase y me miraste sorprendida.

—Qué vergüenza… yo hablando de esto contigo.— Dijiste y te pusiste fuiste hacia la otra esquina del picadero donde estábamos los dos solos.

No lo dude ni un minuto, fui a donde estabas tú. No sé porque, pero sentí que debía ayudarte o al menos que supieras que me importabas —Sinai, no tengas vergüenza… todos, créeme… todos, hemos pasado por esto. No te dejes presionar de nadie, ni siquiera por el hombre del que estas enamorada. — Te dije bajo tu atenta mirada. 

Una tierna sonrisa se dibujó en tu rostro y sentí la paz que comenzaba a reflejar tu mirada —El día que tengas hijos, serás un gran padre. Gracias por esas palabras. — Me dijiste de la manera más inocente sin saber todo lo que me hiciste sentir en aquel momento. 

Fue una tormenta de sentimientos la que paso sobre mi cuando intentabas recuperarte para regresar al caballo y hacer la que nada había pasado aquí. Era tal tu inocencia que ni cuenta te dabas lo que me estaba sucediendo y eso me encantaba… 

4: La Primera Invitación

Nuestras manos volvieron a unirse sobre las riendas del caballo mientras que te subías a Zorro. No era la primera vez que nos veíamos, pero tampoco es que lleváramos una vida conociéndonos. Sin embargo, parecía que llevábamos años haciendo esto. Tu maravillosa mirada llena de melancolía se fijaba en el horizonte mientras que te lucias en cada movimiento que provocabas que hiciera Zorro y por alguna razón no te veías tan feliz y mi curiosidad me ganaba. 

Te mire como queriendo descubrir en tus ojos todos tus secretos o quizás todas tus verdades, 《¿Qué secretos podía tener alguien como tú?》 Pensé. Me mirabas fijamente y después de lo que pareció una eternidad sonreíste. —Es tan fácil montar contigo mirándome… siento que todo lo hago mal — Dijiste tímidamente y allí estaba ese gesto nuevamente, tus dedos llevando un mechón de tu largo cabello detrás de tu oreja.

Mire el reloj que llevaba en mi muñeca y regrese mi mirada a ti. — Lo haces genial, pero creo que deberías tomarte un descanso ¿Te gustaría ir por un café?— Pregunte con naturalidad. 

Era la primera vez que te invitaba a algo y tu rostro reflejo la misma sorpresa que paso por mi mente al darme cuenta de mi osadía. El deseo de seguir conversando contigo fue más fuerte que mis dudas —Vale.— Respondiste tímidamente y sonreí.

Me puse de pie rápidamente y te ofrecí mi mano para que bajaras del caballo. La tomaste con algo de dudas y apenas te incorporaste la soltaste. Te daba vergüenza el contacto conmigo, lo sentí. 

Salimos del picadero y dando alguna que otra explicación a los que estaban alrededor nos fuimos a cambiar para después salir de la escuela hípica. Luego de subirnos a mi auto e ir al centro de Madrid, nos bajamos de este para caminar hasta encontrar un lugar que nos agradara. Era invierno y tenías frio a pesar del abrigo que llevabas puesto; tengo que decir que tenía tantas ganas de abrazarte y caminar así por las calles de la ciudad… No lo hice por el simple hecho de que no debía. —¿Te parece bien aquí?— Te pregunte señalando la puerta de un café que había a tres calles de donde había estacionado. Asentiste y te abrí la puerta para que entrases. El lugar no estaba ni muy lleno, ni muy vacío; estaba bien para que tú y yo nos sentáramos en la mesa más lejana al escaparate del lugar y disfrutáramos de este momento.

El mesero se acercó a nosotros para tomar la orden y me llamo la atención que pidieses un café con chocolate, dijiste que era tu favorito y sonreí ante tu gusto. Ya sabía algo más de ti y me estaba encantando conocerte —Y dime, ¿Hace mucho que entrenas? — Te pregunte para romper el hielo.

Este era tu tema favorito; me di cuenta cuando tus ojos brillaron. —Si, hace seis años.—

—¿Y tu familia te apoya en esto de la equitación y de querer ser Jockey?— Era un mal actor, solo quería que me contaras de ellos.

Miraste el mantel de la mesa y al darte cuenta de que era de papel y a un costado había crayones para dibujar, tomaste uno y comenzaste a dibujar imágenes al azar. —Si, mi madre, sobre todo. A mi padre le cuesta un poco más, pero es porque creo que no le gusta que este viviendo en Madrid sola.— Me dijiste sacándome de contexto, no entendí… ¿vivías sola aquí?

—¿Cómo que vives aquí sola?— Pregunte preocupado. 

—Bueno, en realidad vivo con mi hermano Francisco…— Me explicaste y seguía sin entender muy bien.

—¿Y porque se han quedado ustedes dos aquí? ¿Dónde viven tus padres? — Cuestione y me miraste con una leve sonrisa.

—Hace tres años que a mi padre lo trasladaron por trabajo a Berlín y yo no me quise mudar porque aquí tenia a mis amigos, lugar para entrenar, y bueno… mi vida. Me dijeron que no podía quedarme sola, que era una locura… y ahí fue cuando mi hermano que es 15 años mayor que yo y que estaba terminando su carrera de medicina propuso que me quedara con el aquí. — Esa explicación fue como una revelación, me explicaba tanto de ti y de cómo era tu personalidad…

—¿Es decir que tienes un hermano doctor?— Pregunte de manera muy curiosa.

—Si, eso es muy bueno… me ha salvado muchas veces de ir al hospital.— Me dijiste entre risas.

—Me imagino… ¿y extrañas a tus padres?— Esa pregunta cambio todo.

—Por supuesto, pero mi sueño es los caballos y aquí es uno de los mejores lugares del mundo para eso. — 

No estaba equivocado, había algo muy grande que nos unía y ese día lo comprendí todo… Eran los caballos…

—Sé perfectamente lo que significa los caballos para alguien que los ama. Sinai, eres demasiado talentosa y quiero ayudarte en todo lo que pueda.— Ese fue mi más sincero ofrecimiento, ese que sin darnos cuenta cambiaria absolutamente todo entre los dos. 

5: Algo Nuevo

No sabía muy bien como sobrellevar esa semana que pasábamos alejados. Antes de ti, disfrutaba ir a Barcelona y pasar tiempo con mi familia, pero todo había cambiado. Todo lo que quería hacer después de haberte conocido, era verte. Comprendía que no podía hacer nada, que no podía ni siquiera intentar robarte un beso, pero con verte me era suficiente. No tienes idea de lo bien que me hace tu presencia.

Aquella noche de regreso en Madrid, mi gran amigo Sebas, había insistido en ir por algunas copas a un bar. Necesitaba distraerme, me era urgente que alguien escuchara lo que me estaba sucediendo y me dijese que estaba loco, que no podía fijarme en ti y quede con él en uno de los mejores bares de la ciudad. Me encontré con mi amigo en la puerta y entramos al lugar bajo el espectacular sonido de la música. Intentábamos hablar, pero hasta no sentarnos sería imposible. 

Pasábamos a través de las mesas cuando me encontré con tu mirada y no pude dejar de preguntarme ¿Qué es lo que hacías allí? Debo admitir que me dio celos verte con aquel hombre quien claramente era mayor que tú. Celos… si, ya sentía celos de quien se te acercase. Detuve a Sebas, y me afui hacia a tu mesa. La curiosidad claramente me gano.

—Hola Sinai.— Dije bajo tu tímida mirada. 

—Buenas noches, que casualidad encontrarte aquí.— Respondiste en lo que era casi un susurro. 

Aquel hombre bastante alto de cabello negro y ojos del mismo color, te miraba como preguntándose algo y cruzaste tus ojos con los suyos y con una enorme sonrisa. 

—Sí, mucha, pero ¿qué haces tú aquí? Se supone que no puedes tomar alcohol aun…— Pronuncié y me di cuenta de inmediato que mi comentario estaba fuera de lugar, pero si te digo la verdad; creí que ese tipo se estaba aprovechando de ti.

—Lo sé, solo vine a acompañar a mi hermano y su novia un rato.— Contestaste y casi como si todas las piezas cayeran en su sitio, una mujer llego a la mesa y abrazo al que ahora sabía que era tu hermano desde atrás.

—Cariño, ¿bailas?— Le pregunto y luego fijo su mirada en mi —¡¿Tú?— Exclamo y le pedí que no gritara ya que no quería que todos supieran que estaba aquí.

—Discúlpala, es que Sabrina es fan tuya mira todas tus carreras.— Me comento tu hermano y estiro su brazo —Mucho gusto, Francisco Feraud.— Se presento y estreche su mano.

—No pasa nada. Un gusto, he de decirte que tienes una hermana muy talentosa.— Le comenté ahorrándome la observación acerca de lo preciosa que me parecías. 

Él me miro con una media sonrisa y sentí que había descubierto todo lo que me pasaba contigo —Gracias, ella está muy feliz con la oportunidad que le has dado. Nuestra madre ha firmado los permisos con mucho gusto.— Me explico y sentí alivio.

—Y yo lo estoy con ella, le ira de maravilla en su carrera, ya lo verás.— Comente mientras tú te ponías colorada. 

—Fran, seguramente el tiene otros planes…— Dijiste mirándome tímidamente.

《Hablar de ti.》 Pensé mientras decías eso.

—No realmente, les presento a Sebas.— Los presente y él los saludo a todos. 

—¿Por qué no se quedan con nosotros?— Propuso tu hermano y solo te mire como pidiendo tu autorización. 

Estaba encantado con la idea… pasar más tiempo contigo; no había nada mejor que eso.

—¿De verdad no molestamos?— Pregunte y era más para ti que para tu hermano o su novia.

Me miraste haciendo ese gesto tan tuyo y el cual comenzaba a sospechar que hacías cuando te ponías nerviosa, y acomodando un mechón de pelo detrás de tu oreja dijiste —No.— Ese “no” me llenaba de ilusión. 

Sebas y yo nos sentamos en los taburetes que había libres alrededor de la mesa alta donde estaban ustedes y comenzamos a conversar acerca de todo un poco con ustedes mientras tomábamos un trago y tú uno sin alcohol, hasta que la canción de moda comenzó a sonar. Tu hermano sin dudarlo tomo a su novia y se puso a bailar con ella. Por el otro lado Sebas se fue tomado por sorpresa por una mujer bastante guapa e hizo lo mismo… Quedábamos tú y yo en la mesa. Nuestras miradas se cruzaron acompañadas con una tímida sonrisa y sentí que era yo quien debía romper el hielo. —¿Bailamos?— Te pregunte y sonreíste.

—Bailemos.— Sentenciaste poniéndote de pie y más nervioso de lo que tú puedes imaginarte tome tu mano y te guie hasta un espacio vacío que había un poco más lejos de donde estábamos. 

Te acerqué a mi sujetando tu cuerpo por la cintura y sentí mi respiración desordenarse al sentir tu cuerpo tan cerca del mío. El ritmo de la canción no era muy rápido y nos obligaba movernos lentamente, era una bachata por lo tanto tu cuerpo debía pegarse al mío para movernos según sus pasos. Era fascinante sentirte tan cerca y que fueran tus manos las que estuvieran rozando mi cuerpo. Eres una experta en el baile y me hacías ver muy mal, pero si te confieso algo, no me importaba nada; solo quería tenerte así.

Mi miraste al sentir como te apretaba más contra mí a medida que el espacio del lugar se iba reduciendo —Creí que bailabas muy mal.— Comentaste haciéndome reír.

—¿Y qué? ¿No es tan malo como creías?— Bromee a tu oído.

No sé qué sucedió, pero te acercaste a mi oído por primera vez y creí morir al sentir tu respiración tan cerca —No, de hecho, lo haces bastante bien.— Comentaste y sonreí.

—Siempre se puede mejorar.— Replique de la misma manera.

—Claro, si quieres te ayudo… además de entrenar, estudié cuatro años de danza.— Te explicaste y esa fue una oferta que no pude rechazar. 

—Mira que te tomo la palabra.— Te advertí como una última oportunidad a que te echaras para atrás.

—Tómala, yo hablo en serio… tú me ayudas con la equitación, y yo con el baile.— Propusiste.

No sabías en lo que te habías metido aquel día —Trato hecho.— Dije a tu oído.

—Perfecto, entonces déjame decirte que esta pierna debes moverla así.— Hablaste y no te diste cuenta de lo que provocaste al tocar la parte más alta de mi pierna con tu mano. Comenzaba algo nuevo y ninguno de los dos lo sabía… o quizás yo tenía una leve sospecha y no me percate en aquel momento.

6: Traes Luz A Mi Vida

Aquella noche nos seguimos moviendo al ritmo de la música hasta que nos cansamos de bailar. Se había convertido en una obsesión para mí bailar contigo. Era la manera más natural que encontraba de tenerte cerca, de rozar tu figura, y de que tú me tocaras con o sin intención como lo hacías. Me enseñaste unos cuantos pasos aquella noche, pero el trato que hicimos fue seguir esas “clases” después de nuestras prácticas. Me despedí de ti con tristeza en el momento que tu hermano dijo que era hora de irse y te llevo con él. Quería pedirle que te dejara quedar; que luego yo te llevaba a tu casa, pero habría sido demasiado en una sola noche. 

Tu ausencia dejo un vacío en este lugar lleno de gente, que no pude ocultar y Sebas se dio cuenta. —¿Estas atraído por ella?— Me pregunto de la nada en medio de una copa. 

Lo mire con mis ojos abiertos de par en par y me di cuenta en aquel momento de lo que me estaba sucediendo, aunque intente ocultarlo. —¡¿Qué?! ¡No! ¿Cómo crees? Es una niña.— Fueron las palabras que utilice para defenderme.

—Que te conozco tío.— Insistió.

Intente explicar que solo me parecías atractiva, pero que eras menor de edad, tampoco funciono. Al parecer mi mirada lo decía todo. al menos eso es lo que Sebas dijo. Fue tal la insistencia que me hizo decir lo que hasta ese momento no quería admitir. —Vale, creo que me estoy enamorado de ella y no sé cómo frenar estos sentimientos, sé mejor que nadie que no debería sucederme.— Esas fueron mis palabras exactas. 

Esas palabras se convertirían en mi fantasma. Debía cargar con la mochila de saber lo que me estaba sucediendo y alertar a mi corazón de lo que podía ocurrir a partir de ahora. Tenía que estar preparado para negarme a intentar algo contigo. Tenía que mentalizarme que solo a la distancia podía mirarte. No era correcto, no debía… eras mi amor imposible. Al menos así lo veía yo.

Los consejos de Sebas, y sus advertencias de cómo mantenerme alejado de los problemas me persiguieron toda la noche al igual que el recuerdo de tus ojos mirándome mientras bailábamos.

Fueron días difíciles los que le siguieron a esa noche. Mi cuerpo estaba en las competencias pactadas, o incluso publicidades con los sponsors, pero mi mente estaba contigo. Jamás había pensado tanto a alguien como te pensaba a ti. Rogaba que las semanas pasaran rápido y regresara a Madrid para volver a verte. A pesar de todo, cada día que pasaba te iba queriendo un poquito más. Me conformaba con ver tu cuenta de Instagram a escondidas y disfrutar de tu sonrisa a través de las fotos. Me encantaba lo relajada que te veías junto a tus amigas de instituto, montando a caballo, o simplemente en el parque. Me di cuenta de que te gustaba mucho la naturaleza e imaginaba lo sitios tan bonitos donde podía invitarte a ir conmigo, pero debía reprimir esos pensamientos de mi mente. 

Me prohibía pensar en ti, pero vamos… no funcionaba mucho. Así paso ese mes queriéndote sin poder hacerlo. 

Entre a la escuela hípica con los nervios a flor de piel y me quedé paralizado cuando te vi bailando frente al establo de Zorro al ritmo de una sesión de cuerdas que sonaba en el tu móvil y te le acercabas a él para acariciarlo como si estuvieras intentando crear una mejor relación con el caballo. Mire a mi alrededor y no había nadie; solo el caballo y tu bailando con los ojos cerrados de a momentos. No te diste cuenta de que te veía y aproveche la situación para incorporarme enfrente tuyo y tomarte de la cintura asustándote. No dijiste nada, solo dábamos vueltas por el pasillo del establo juntos bajo el sonido de la música. Parecía que bailábamos un vals, pero nada estaba más lejos que eso. 

—Pensé que primero entrenaríamos.— Comentaste e hiciste que una de mis manos se tomara con la tuya. Ahora sí que bailábamos de manera correcta.

—En este caso el orden de los factores no altera el producto.— Dije refiriéndome al meme que habías colgado en Instagram. 

Me miraste sorprendida y luego entrecerraste tus ojos sin dejar de bailar. —¿Has estado viendo mi cuenta de Instagram?— Preguntaste conteniendo tu sonrisa.

Me encanto como mordiste tus labios con tal de no sonreír al darte cuenta de que te espiaba —Tan solo un poco.— Te mentí y esta vez reíste.

Me hiciste reír mucho con tu respuesta — Creí que solo tus admiradoras espiaban cuentas de Instagram intentando buscar información.— 

Me quede pensando en tus palabras un instante y te mire con mucha curiosidad —¿Por qué lo dices exactamente?— Pregunte.

—Es que ellas también han estado viendo mi cuenta…— Comentaste y sonreí. 

Me encantaba estar así contigo; me sentía en casa. —¿Nos tomamos una foto?— Te pregunte y parece que hubieses escuchado algo que no esperabas. 

—Me daba mucha vergüenza pedírtela.— Comentaste y me causaste tanta ternura que quería abrazarte fuerte. 

Sin decirte nada más, saque mi móvil del bolsillo. Detuvimos nuestro baile por un instante y nos tome una selfie. Tenía toda la intención de subirla a las redes cuando vi tu cara de sorpresa —¿La subirás?— Preguntaste. 

—Claro— Te dije como si fuese obvio y reíste. 

Eres tan preciosa que no sabes el esfuerzo que hice en ese momento para no besarte. 

Bajo tu atenta mirada, subí la foto a las redes con la frase “Con la talentosa Sinai. Nunca cambies ni dejes de amar a los caballos con esa luz. Loco porque te vean competir” Era toda una metáfora, la luz la traías… pero a mi vida… 

Tenía tantas cosas que confesarte… solo callé y sonreí para luego pedirte que entrenáramos, y es que como siempre el reloj corría en mi contra.

7: Los Sentimientos Crecen

Cada vez te veía más segura con Zorro, me emocionaba ver la conexión que tenías con él y ver lo feliz que eras al hacer esto que tanto te gustaba y es que sí, un entrenamiento se convirtió en algo más extenso y me encantaba la idea. Así mismo, cada despedida era más difícil; solo que esta vez conseguí tener tu número de móvil. Finalmente, no tendría que esperar más a que un intermediario te diera mis recados y eso me encantaba. Te di un beso en la mejilla, el cual tú me regresaste, el cual me supo a poco, y me marché de aquel lugar queriéndome quedar a tu lado. 

Fui a cerrar algunos detalles del Derby que estaba a punto de iniciar cuando la gente de la escuela hípica propuso que hiciéramos tres muestras en Madrid ya que la primera se había agotado. Pensé en todos los riegos que eso llevaba, pero también pensé que podrías estar conmigo esos tres días y no una como estaba estipulado. No puedes ni imaginarte la enorme sonrisa que se dibujó en mi rostro al imaginarme esos tres días a tu lado. 11, 12, y 13 de junio; esas eran las fechas. Faltaban algunos meses aun, pero las ansias de dejar todo listo para aquellos días me consumían. Al salir de aquella reunión, no dude ni un segundo y te envié un Whatsapp. 

Leonel:

Sinai, estoy muy feliz. Se han agregado dos fechas más en Madrid, ¿Te atreves a ser parte de la muestra previa a la competencia esos tres días?

Ese fue el primer Whatsapp que te envié, y aun lo tengo guardado. 

Miraba la pantalla como un tonto esperando tu respuesta. El móvil sonó y no sabes lo feliz que fui en ese instante, parecía un adolescente. 

Sinai:

¡Felicidades! ¡Que locura! Claro que me atrevo ¿Quién no quiere ser parte de la muestra de tu equipo? Además, tú me das paz.

Debo admitir que leí tu mensaje una y mil veces; fue especial. 

Mire mi agenda y me asuste. Solo tenía una semana antes que tuviera que viajar para competir en otro Derby internacional. 

Leonel:

Deberíamos entrenar una última vez, en una semana viajo afuera del país. ¿Cuándo puedes? 

Quería que fueses tú quien decidiera algunas cosas; no quería presionarte. Acordamos de vernos en dos días, y nuevamente el reloj jugaba en mi contra al mover sus agujas de manera tan lenta.

Esta vez fui yo quien llego primer a la escuela hípica. Me senté en uno de los bancos y simplemente hablaba con los caballos como hacía tiempo no lo hacía. Volvi a sentirme conectado con ellos y entendía que todo era gracias a ti, tú me llevabas a reencontrarme con la mejor versión de mí. 

Te escuche entrar y al voltear a verte, me quede sin palabras. Te veías deslumbrante. Tan sencilla como eres tú, pero tan perfecta… es que no te hace falta nada para que siempre te veas increíble. 

—Hola.— Dijiste acercándote a mí de manera tímida y me saludaste dejándome inhalar el exquisito de la fragancia que adornaba tu piel y era nueva. Me gustaba mucho, provocaba querer morderte el cuello de lo dulce que olías ¿sabes cuantas veces reprimí ese pensamiento aquella tarde? Muchas…

—Hola.— Respondí sonriente, aunque por dentro tenía una guerra de sentimientos. Sabía que era la última vez que te vería… estaría tres meses de viaje entre una competencia y otra hasta que nos tocara las muestras en Madrid y me ponía muy mal saber que pasaría tanto tiempo lejos de ti. 

Conversamos acerca de todo lo que podrías esperar aquellos días y de alguno que otro arreglo que podíamos hacerle a la rutina de la muestra la misma qué harías en la competencia. Hablar contigo de equitación siempre ha sido tan fácil.

El tiempo pasaba, pero yo me negaba a separarme de ti. Vi la hora, y sí, era bastante tarde. —¿Quieres ir a cenar conmigo?— Me atreví a preguntarte en contra de lo que era correcto.

Me miraste tímidamente y mordiste tu labio inferior de una manera tan sensual, que tuve que reprimir mis deseos por besarte. —Vale. — Contestaste con una media sonrisa y sin dudarlo deje todo y te escolte a la salida. Caminaba a tu lado sin dejar de apreciar la manera que te movías. Tus piernas son un imán, tienes algo tan especial a la hora de caminar, que me hipnotiza. 

Entramos a aquel restaurante mientras te veía escribirle un mensaje a tu hermano diciendo que estabas conmigo. Aparte tu silla de aquella mesa ubicada al fondo del lugar y agradeciste mi gesto de caballerosidad con entusiasmo. No deje de mirarte mientras me sentaba enfrente de ti. No sé si te dabas cuenta de lo que me sucedía contigo, pero yo tenía la certeza de que tenía un cartel en la frente que decía “Estoy enamorado de ti”. 

Tardamos un poco en decidir que ordenar; nuestra primera cena juntos, y nos entretuvimos hablando sin prestar atención al menú. Finalmente logramos pedir nuestros platos y cuando comenzamos a conocernos un poco más, me fue inevitable no preguntarte —¿Y cuándo es tu cumpleaños?— Ya conocía tu color favorito, tu película favorita, tu flor favorita, pero no tu cumpleaños.

—Diez de Diciembre— Sentenciaste y sentí que me estaban quitando el aire. 

Estábamos en Febrero… estaba enamorado de una chica que hace apenas dos meses había cumplido 17… literalmente me estaba ahogando. Me tocaba esperar ocho meses para que fueras mayor de edad. 

Intente sonar normal el resto de nuestra conversación, pero creo que no creíste mi teatro. Me mirabas de manera extraña y yo no sabía cómo disimular más lo que me sucedía. —No quiero perder el contacto contigo estos meses que este fuera del país. — Solté en medio de nuestra charla y sonreíste.

—Yo tampoco Leonel. Sé que lo único que nos ha encontrado, ha sido ese concurso, pero me la paso muy bien contigo. — Me dijiste y fue como si el sol saliera en medio de la noche; iluminaste absolutamente todo con tan solo una frase.

—Y yo contigo. Me haces muy bien. — Te explique y nuevamente ese gesto tuyo. Ya no tenía dudas, cuando acomodabas un mechón de cabello detrás de tu oreja era porque estabas nerviosa.

—Te escribiré siempre que pueda. — Te dije y sonreíste.

—Y yo a ti. — Replicaste devolviéndome un poco de todo el aire que habías quitado hace instantes.

Te miraba mientras cenábamos y no dejaba de pensar que jamás había sido así con alguien. Nunca he estado dispuesto a esperar a alguien como lo estaba contigo. Quizás era porque todo contigo era diferente. Los sentimientos iban creciendo a cada día y lejos de asustarme como debería de haber sucedió; me sentía orgulloso de lo que me sucedía. Era el amor más puro que sentí. Sabía bien que era imposible, pero así todo no estaba dispuesto a dejarlo ir. 

8: Olvidándome de Todo

Despedirme de ti en la puerta del edificio donde vivías fue más complicado de lo que creí. De alguna manera tú terminaste acorralada entre la pared y mi cuerpo, respiraba tu aroma y pedía al cielo ser lo suficientemente fuerte para no besarte. Tuve la impresión un par de veces que tú querías que te besara, o quizás fueron roces no intencionales los que ocurrieron y me confundieron. —Debo subir, si no mi hermano me matara.— Dijiste tímidamente al ver tu reloj. Era la una de la madrugada, vaya que el tiempo junto a ti volaba. Había olvidado completamente lo que era que impusieran un horario de llegada. Con toda la tristeza, me despedí de ti con un beso en la mejilla y me marché. De camino a casa te pensé tanto… me carcomía la angustia de saber que no te vería en tres meses. 

Los días comenzaron a transitar y los paisajes de las diferentes ciudades en Latinoamérica pasaban por delante de mis ojos. Ya estábamos en Lima cuando las competencias y las muestras me dieron un descanso y tuve uno de esos días para mí solo. Siempre estaba rodeado de gente y cuando podía escribirte ya era demasiado tarde en España. 

Me senté en el sofá de la habitación de hotel y fue desde allí donde me atreví a decirte algo de todo lo que me sucedía.

Leonel:

Buenas noches para ti Sinai, ¿Cómo te encuentras? Quiero que sepas que te echo de menos.

Me atreví a confesarte que te extrañaba porque era imposible de ocultarlo ya. Miré la pantalla del móvil con esperanza cuando vi que estabas escribiendo.

Sinai:

Buenas tardes para ti Leonel… Estoy en casa viendo videos de como perfeccionar algunos saltos. Aunque no me creas, también te echo de menos. Extraño nuestras charlas. 

Me extrañabas… para mí eso ya era un paso inmenso. 

Aquella tarde hablamos por Whatsapp durante horas. Nos contamos de todo un poco. Como te iba en el instituto, acerca de tus amigas, de tu hermano, de tus planes a futuro… Yo te conté como me iba en las competencias y demás eventos que asistía, te conté acerca de lo hermoso que era Bogotá… de lo increíble que es ir a Quito y estar en la mitad del mundo, te propuse venir juntos algún día y no te asustaste; si no todo lo contrario. Esa tarde es cuando gracias a la tecnología te sentí más cerca que nunca. 

A partir de aquel momento fue cuando te comencé a enviar al menos un mensaje todos los días. Había días donde solo nos podíamos saludar porque ambos estábamos muy ocupados, hubo otros donde nos quedábamos hablando por horas y nos costaba mucho trabajo decir adiós. Tenía la impresión de que poco a poco tú te ibas soltando más conmigo, que me tenías más confianza. 

El calendario siguió avanzando y al día siguiente regresaba a España, pero lamentablemente iría directamente a Barcelona. Mi familia me extrañaba y quería pasar tiempo conmigo, cuando lo que yo quería realmente era pasar tiempo contigo. Me plantee mil veces la posibilidad de ir a Madrid, pero ellos ya tenían planes armados.

Necesitaba decirte lo que me pasaba. Estaba en el avión y antes de despegar te escribí el mensaje que poco a poco iba develando mis verdaderos sentimientos.

Leonel:

Princesa, si no fuese porque mi familia ya tiene planes armados; pasaría por Madrid para invitarte a cenar. Muero de ganas de verte.

Ese era el mensaje más claro que te había enviado hasta aquel momento y solo pensaba en como ibas a reaccionar. Me sentí frustrado cuando la auxiliar de vuelo volvió a recordarnos las reglas acerca de los aparatos electrónicos durante el vuelo y tuve que apagarlo; fue el vuelo más largo de mi vida.

Finalmente, aquel avión aterrizo y lo primero que hice cuando se nos permitió, fue prender mi móvil. Sonreí al ver que tu respuesta había llegado, y mucho más al leerla.

Sinai:

Si no fuese porque tengo clase mañana y mi hermano no me deja, viajaría a Barcelona a abrazarte. Yo también muero por verte.

Mi corazón latía con una fuerza que asustaba. Tenía la impresión de que se me iba a salir del pecho ¿Por qué rayos vivías lejos de mí? 

En ese instante se me olvido absolutamente todo. Se me olvido de que eras menor de edad. Se me olvido de que te llevaba ocho años. Se me olvido los problemas que podía tener si pasaba algo contigo. Solo quería echarme a correr hacia donde tú estuvieses y besarte hasta que nos quedáramos sin aire. 

De alguna manera perdido en mis pensamientos, llegue donde mi familia me esperaba y los abrace en cuerpo, pero el resto de mi estaba contigo. Mi corazón, mi mente, y mi alma estaban a tu lado; te estaban abrazando como tanto querías tú y como tanto yo anhelaba hacerlo en aquel momento. Solo un mes más… solo eso era lo que tenía que resistir para poder verte. 

9: Nuestro Primer Beso

Los días junto a mi familia claro que los disfrute, pero seguí mirando el calendario esperando a aquellos días de junio donde finalmente nos reencontraríamos. Pasaban lentos… muy lentos… Las competencias en España ya habían comenzado, y la espera iba llegando a su fin de a poco. No hubo ni un solo día donde no nos escribiéramos. No hubo un solo día donde no esculcara tus redes sociales, quería verte, quería saber que estabas haciendo y el preguntártelo no me era suficiente. Me estaba dando pánico la manera que mis sentimientos estaban descontrolando mi ser. Llevaba casi cinco meses callando y a cada día que pasaba en vez de olvidarte, te pensaba más. No había mujer que me hiciera olvidarte por más esfuerzo que ella pusiese en llamar mi atención, al final del día tus ojos siempre aparecían en mis pensamientos. 

Después un ultimo compromiso en Barcelona, me quedé una noche en casa, y partí hacia Madrid. Quedaban cinco días para la tu primera competencia porque sabía que no sería la única, pero yo necesitaba verte ya. Una vez que el AVE emprendió camino, tome mi móvil.

Leonel:

Princesa, estoy en el AVE camino a Madrid, ¿podemos vernos esta noche? Te invito a cenar, ¿Qué dices?

Respire profundo intentando calmar mis nervios mientras esperaba tu respuesta. Estaba rompiendo todas las reglas y todas a la vez, pero ya no podía ocultar más esto que me sucedía contigo ¿Qué era una locura? Si ¿Qué no debía? También. ¿Qué no sabía lo que te sucedía? Menos… 

Sinai:

¡¿Regresas hoy?! ¡Claro que sí! Además, tengo un regalo de cumpleaños que aun no te he podido entregar.

Leí tu respuesta no sé cuántas veces y sonreí como un idiota.

Leonel:

No debiste molestarte, paso por ti a las ocho, ¿te parece bien?

 Pregunte sintiendo la misma felicidad que siente un niño cuando sabe que se acerca Navidad.

Sinai:

Vale. Te veo más tarde.

A contar las horas se había dicho… Cinco… seis… siete… siete y media. Salí de mi piso para ir por ti. Creo que el reloj ya se sentía intimidado ante mi constante mirada. 

Subí a mi auto y conduje hasta donde se encontraba mi felicidad, hasta tu piso. Toque el timbre con más nervios de los que sentí cuando competí por primera vez, y espere con la poca paciencia que quedaba en mí. De pronto, el portal de vidrio me permitió verte caminar hacia mí. Te veías más que deslumbrante. Vestido cortó color champagne pegado a tu cuerpo, zapatos de tacón negros y un bolso que combinaba con ellos. Tu cabello estaba suelto y jugaba con el aire a medida que te acercabas. Me quede sin aire al verte. Abriste la puerta y respire tu perfume a la distancia. 

—Te ves increíble.— Te dije sin rodeos. Ya no quería pensar más en lo que debía o no decirte.

Iluminaste la noche con tu sonrisa —Tú te ves muy bien también.— Dijiste tímida y era la primera vez que me decías un cumplido. Lo atesoro como un regalo divino aún. —Leonel, vamos porque Fran debe de estar por llegar. Él no sabe que estaré contigo.— Me dijiste y no entendí mucho.

—¿Y dónde cree que estarás?— Te pregunte, aunque la verdad que todo me importaba nada mientras te veía.

—En casa de mi mejor amiga. Le he dicho que iríamos a bailar con un grupo de amigas. Vamos.— Insististe y tomaste mi mano con la tuya. Me jalaste mientras caminabas hasta el que sabías que era mi auto y yo te seguí sin dudarlo. Así me llevaras al infierno, yo estaba dispuesto a seguirte.

Subimos a mi auto y respiraste aliviada. —¿Por qué no le has dicho que saldrías conmigo a cenar?— Te pregunte sin apartar mi mirada de ti.

Sonreíste y acomodaste tu cabello —No quería darle explicaciones.— Sentenciaste. —Toma, esto es para ti. Feliz cumpleaños.— Me dijiste y me diste una bolsa color azul, no era ni muy grande ni muy pequeña. 

—No debiste.— Te dije mirándote fijamente. 

—Quise.— Replicaste y mordiste tu labio inferior al notar que abría la bolsa. —Espero que te guste.— Comentaste mientras sacaba el contenido de la bolsa y me quede perplejo al ver que era un CD con la frase “Solo para ti” escrito en el frente. Saqué el otro paquete y era mi libro favorito, aquel que te dije que he leído mil veces, pero estaba todo subrayado. 

—¿Qué es todo esto?— Pregunté con una enorme sonrisa en mi rostro y reí.

Reíste conmigo y me miraste tímidamente. —Leí tu libro y quise decirte cuales fueron mis frases favoritas, está lleno de mensajes para ti.— Comentaste —Y el CD tiene covers hechos por mí de tus canciones favoritas, ya sabes además de los caballos, también me gusta cantar— Me dijiste haciendo que el planeta dejara de girar.

—Sinai…— Susurre. 

Me estaba quedando sin voz… sin poder respirar… tenía taquicardia… 

Deje el libro y el CD a un lado y desabroche mi cinturón de seguridad sin dejar de mirarte a los ojos. Tú tampoco dejabas de mirarme y no hizo falta preguntar ni decir nada. La atmosfera se había transformado y no sé si tú sentiste lo mismo, pero yo sentía que tus labios me llamaban. Me olvidaba de absolutamente todo mientras que mi cuerpo se inclinaba al tuyo. Todo parecía ir en cámara lenta. Percibía tus nervios, los míos… la temperatura que incrementaba…

Todo fue mágico. Mis manos tomaron tu delicado rostro y nos di una última oportunidad para arrepentirnos, pero ninguno de los dos quiso dar marcha atrás. Fue inevitable. Mis labios se posaron con los tuyos y sentí el alivio que mi alma buscaba. Lentamente fui pidiéndote permiso para acceder a tu boca y con tu mano en mi cuello, abriste las puertas del cielo. Ese lugar donde mi lengua se encontró con la tuya y descoloco todo mi mundo. No solo confirmé que estaba enamorado de ti, pero también me di cuenta de que te estaba amando con una fuerza que ni yo mismo podía comprender. Continuamos besándonos sin prejuicios hasta que fueron nuestros pulmones los que nos obligaron a separar. Tenía mi frente apoyada en la tuya; escuchaba tu respiración y no podíamos parar de sonreír. —Sinai…— Dije agitado.

—Leonel…— Replicaste con una enorme sonrisa y ambos reímos de algo que aún no sé muy bien que fue. 

10: Sentimientos Al Descubierto

Te miraba sin saber que decirte exactamente después de aquel primer beso. En realidad, si sabía que quería decirte, pero ¿Cómo hacia para que no salieras corriendo si te decía ahí mismo que te amaba?

Respirabas de manera inconstante, tenías tu mirada clavada en mí y de repente, te deslizaste en el asiento para esconderte prácticamente en el suelo. No entendí nada —Leonel, ¡Arranca ya!— Exclamaste —Está llegando mi hermano.— Explicaste finalmente.

A pesar de que aún seguía saboreando el sabor de tu boca en mis labios y de que tenía ganas de besarte nuevamente; arranqué el auto y emprendí camino rumbo al restaurante donde tenía planeado llevarte. 

Te incorporaste nuevamente en el asiento y reíste como nunca te había escuchado reír antes. Te miré y morí de amor al verte tan feliz —Creo que te gusta mucho escabullirte de tu hermano. — Bromee. 

Hiciste una pausa y volviste a reír. —Debes creer que soy una tonta, pero nunca le había mentido a mi hermano antes. — Comentaste y tus palabras me tomaron por sorpresa.

—¿Y porque lo has hecho hoy?— Fue inevitable preguntarte esto.

Me mirabas tímidamente y ahí estabas nuevamente mordiendo tu labio inferior —Él no sabe que tú y yo hemos estado hablando todos estos meses. Me ha advertido desde el día que gane el concurso que no me confundiera contigo. — Sentenciaste y me quede mudo.

Pensé mil veces cual era la manera correcta de averiguar el porqué, pero no había una manera correcta como tal. —¿Me explicas mejor?— Te pregunté desviando mi mirada un instante a ti y luego volví a mirar la carretera.

Mirabas la carretera —Porque dice que eres mayor que yo, porque eres un jinete famoso, porque según él; los hombres como tú no se toman nada en serio… que soy muy enamoradiza… en fin, un sermón que no quieres escuchar.— Tu tono de voz remedaba a tu hermano y por una parte me hacía gracia, aunque por el otro me preocupaba un poco ese asunto. 

—¿Y tú qué piensas de mí?— Eso era lo único que yo necesitaba saber.

Reíste y volviste a verme —¿Qué te puedo decir?— Dijiste y encogiste tus hombros.

—La verdad, solo eso. — Si fuese por mi te hubiese preguntado directamente si estabas enamorada de mí, pero creo que hubiese sido mucho.

Miraste a la nada y luego jugaste con tu cabello —Pienso que eres increíble Leonel. En estos meses he llegado a conocerte mucho y nunca creí que tendríamos tantas cosas en común. Creo que me has hecho ver cosas de mí que ni yo misma conocía… no sé… son muchas cosas. — Dijiste y note que estabas muy nerviosa.

—Dijiste que tu hermano dice que eres muy enamoradiza…— Comente y reíste.

—Está equivocado. — Sentenciaste con mucha firmeza.

Esa respuesta hizo que todas las alarmas de mi curiosidad sonaran fuertes —¿Por qué lo dices?— Pregunte y sé muy bien que parecía un agente de policía interrogándote, pero necesitaba saber que ocurría.

—Porque nunca me había enamorado… Lo de Matías, fue un intento de romance, pero me di cuenta de que no estaba enamorada.— 

Otra vez mi corazón se sostenía como podía para mantenerse en mi pecho. Latía con una fuerza que me asustaba. Esa frase tuya “Porque nunca me había enamorado”, me daba a entender que ahora si estabas enamorada. 

Tuve que estacionar en un callejón a dos calles del restaurante; tenía que verte bien —¿Qué haces?— Preguntaste cuando estacioné.

—Sinai…— Susurre mientras desabrochaba el cinturón de seguridad.

Me lanzaste una media sonrisa nerviosa —¿Qué?—

Ese “que” me daba pie para tantas cosas… —Yo no sé que fue para ti, pero yo no te he besado porque sí. — Me atreví a confesarte y los nervios se apoderaban de mi completamente.

Acomodaste tu cabello con tus dedos y me disté una sonrisa diferente a todas las demás —Ni yo te correspondí solo porque eres guapo. — Dijiste haciendo que ambos riéramos.

—¿Sabes que todo esto está mal? ¿no? ¿Sabes que no se supone que me pase esto? Sinai, estoy rompiendo con todas las reglas al decirte esto, pero ya me es inevitable… si no te lo digo me moriré con estas palabras atragantadas… Sinai, no sé cómo paso, pero me he enamorado de ti. — Te confesé y solo pude quedarme esperando tu reacción. 

Tus preciosos ojos se encontraron con los míos bajo la luz de la farola que alumbraba el callejón y me sonreíste —Leonel…— Es lo único que susurraste y desprevenidamente inclinaste tu cuerpo hacia el mío —Sé que es un problema para ti…— Murmuraste y acariciaste mi rostro con tu mano haciéndome quemar —No quiero perjudicarte, créeme… es lo que menos quiero.— Continuaste y esta vez fui yo quien acaricio tu rostro.

—Lo sé.—

—Pero, no sé… en algún momento sucedió… No sabía que enamorarse era así. — Dijiste emocionada y me perdí en el mar de tu mirada.

—¿Así como?— Te pregunte y es que quería saber que sentías exactamente.

—No te dejo de pensar ni un minuto… cuando veo que recibo un mensaje tuyo sonrió como una idiota… me pierdo en tus palabras… escucho canciones y bailo porque me imagino bailándolas contigo… temblé de pies a cabeza cuando me besaste hace un momento; jamás había sentido todo esto por alguien. — Esas palabras fueron un manantial de felicidad para mí.

Te sonreí y acorte la poca distancia que quedaba entre nosotros —Aunque sé que todo esto está completamente mal, debo confesarte que siento exactamente todo eso por ti… Sinai, me tienes enamoradísimo. — Te dije a milímetros de tus labios y fue allí cuando te volví a besar, pero esta vez sabiendo que sentías lo mismo por mí. 

No sé si lo ha sido para ti, pero para mí ha sido uno de los mejores besos que nos hemos dado…

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